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Nuestra llegada a la isla de Hawái, llamada habitualmente Big Island para no confundirla con el nombre del archipiélago, no fue tan plácida como nos imaginábamos después de nuestro reposado paso por las playas de Honolulu. Ya sabíamos que en esta isla moverse con transporte público es bastante complicado, porque las líneas de autobús no son muy frecuentes, pero lo que no sabíamos era que el uno de julio era festivo y que, por lo tanto, el bus que nos podría llevar hasta el Hawai’i Volcanoes National Park no funcionaría ese día. La única opción era alquilar un coche, lo que convertiría el día en una doble aventura ya que sería la primera vez que Guillem circulaba con un coche tras sacarse el carnet. Habíamos conducido un pequeño camión por el rancho de Merritt, pero ahí el único peligro era chocar contra un árbol o toparse de frente con una manda de búfalos. ¡Y vaya si se estreno esta vez! Casi 270 kilómetros en una jornada, desde primera hora de la mañana hasta entrada la noche y bajo una densa lluvia. Seguir leyendo