Cuentan los indios guaranís que hace muchos años una monstruosa serpiente llamada Boi habitaba en las profundidades del río Iguazú. Era un espíritu voraz y para mantenerlo a raya las tribus de la región tenían que entregarle una doncella cada año, pero cuando le llegó la hora a la joven NaipíTarobá, su enamorado, se negó a aceptarlo.  El valiente guaraní raptó a la chica e intentó huir con ella río abajo, pero desafortunadamente Boi  los vio y descargó su monumental cuerpo sobre ellos para aplastarlos. El golpe fue tan tremendo que partió el curso del río y creó las cataratas de Iguazú, pero no satisfecho con haber frustrado la fuga, el iracundo reptil transformó a Tarobá en árbol y la cabellera de Naipí en la caída de las cascadas. Desde entonces los amados permanecen separados y para asegurarse de que no vuelven a juntarse, Boi aguarda oculto vigilándolos desde la Garganta del Diablo.

Cataratas de Iguazú, Argentina

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