No lo vamos a negar porque hay demasiados testigos, pero la semana pasada hubo lagrimones de los serios. Los hubo de alegría al ver que, por fin, después de tres años el momento de empezar el viaje se acercaba, pero no nos engañemos la mayor cantidad de centímetros cúbicos lacrimales se derramaron al tener que decirles adiós a la familia y a los amigos. Hubo lagrimas discretas y las hubo que no se podían disimular ni con gafas de sol ni con gafas de soldador, las hubo de previsibles y las hubo de traicioneras. Seguir leyendo