Cuando nos adentramos en una de las concurridas autopistas que rodean la ciudad de Los Ángeles, recordamos el impresionante atasco que nos atrapó la mañana en que empezamos este viaje por el suroeste de los Estados Unidos. Nos parecía increíble que apenas hubieran pasado 17 días desde entonces, porque echando la vista atrás teníamos la sensación de que había pasado un mes ¡como mínimo! Fue entonces cuando notamos una punzada de tristeza melancólica y tomamos consciencia de que estábamos recorriendo las últimas millas por este país. En pocos días nos despediríamos de América del Norte y cerraríamos la primera etapa de la Vuelta al Mundo.
Etiqueta: California
De diciembre a marzo, la pasión más bestial e irrefrenable llega a las costas de California y se instala en algunas de sus playas. Ni la versión más hardcore de 50 Sombras de Grey os puede preparar para el espectáculo de violencia y sexualidad exaltada que tiene lugar aquí. Es la época de apareamiento de los elefantes marinos y estas criaturas no se andan con galanterías.
Si la Highway 1 es el tesoro de las carreteras californianas, el Big Sur es la joya de la corona. Se trata de uno de los parajes más bonitos de la costa oeste de los Estados Unidos, un tramo donde se pueden contemplar las montañas de Santa Lucía emergiendo directamente de las frías aguas del océano Pacífico creando una costa abrupta llena de precipicios y de playas espectaculares. Desafiando este terreno tan escarpado, la Ruta 1 se abre paso a través de una estrecha y sinuosa vereda encajada entre acantilados y paredes de roca. Por algo al final de la ruta venden unas pegatinas para el coche que dicen: “I survived Pacific Coast Highway 1”.
Cuando lo vimos de reojo no entendimos qué era. Apenas había sido un instante para luego desaparecer tras la arboleda que bordeaba la carretera. Nos miramos incrédulos y, al momento, clavamos la mirada hacia ese lado expectantes. Queríamos asegurarnos de lo que habíamos visto. A los pocos segundos los árboles se aclararon y nos mostraron de nuevo la escena. Hubo un cruce de miradas dentro del coche y, automáticamente, pusimos el intermitente a la derecha. Teníamos que verlo de cerca. Seguir leyendo
«Si vas a San Francisco asegúrate de llevar algunas flores en el pelo.
Si vas a San Francisco el verano será una celebración del amor»
Este famoso estribillo interpretado por Scott McKenzie dio comienzo al Verano del amor, una concentración de jóvenes melenudos que en 1967 convirtieron San Francisco en la capital de una nueva contracultura basada en la libertad y el pacifismo: el movimiento hippie. Este evento marcó definitivamente el carácter de una ciudad que aun hoy sigue siendo conocida por su liberalismo y progresismo. Nosotros llegamos sin flores, como mucho llevábamos alguna rama o hoja seca enredada después de pasar por el Parque Nacional de Yosemite, a apenas tres horas de aquí.
La calle Lombard, el Golden Gate o la cárcel de Alcatraz son algunos de sus muchos reclamos, pero nosotros tan solo disponíamos de tres días para descubrirlos ya que la fecha del siguiente vuelo empezaba a acercarse, así que planificamos un recorrido para aprovechar al máximo el tiempo y no dejarnos ninguno de los imprescindibles.
El Parque Nacional de Yosemite es, sin duda, uno de los parajes naturales más conocidos de California y de todos los Estados Unidos. Sus más de 3.000 kilómetros cuadrados que se extienden al oeste de las montañas de Sierra Nevada, recibieron en 1984 la consideración de Patrimonio Mundial de la Humanidad otorgada por la UNESCO. Y es que la belleza de sus cataratas, de sus espectaculares montañas de granito y sus bosques gigantescos forman un conjunto natural de una gran belleza que lo convierten en visita obligatoria para cualquiera que se acerque por estos parajes. Personalmente era uno de los parques que teníamos más ganas de visitar durante esta parte del viaje y, como era de esperar, no nos decepcionó. Seguir leyendo
Si pensamos en un road trip por los Estados Unidos, seguramente la primera referencia que nos venga a la cabeza sea la mítica Ruta 66. Gracias a películas como Easy Rider o Thelma&Louise esta carretera se ha enraizado de tal forma en la cultura popular que con solo nombrarla uno empieza a tararear el Born to be wild y a verse como un rebelde, melena al viento, con su banda de moteros. Nuestros amigos moteros no pudieron acompañarnos y el espíritu transgresor lo redujimos a superar ligeramente el límite de velocidad, pero aun así nosotros también queríamos conocer la Ruta 66.