El camino sigue y nunca se detiene. Casi sin darnos cuenta, llegamos al final de la segunda etapa de la vuelta al mundo y nos despedimos de América del Sur. Durante dos intensos meses hemos viajado a través de Perú, Bolivia, Argentina y Chile, visitando algunos de los rincones más espectaculares y emblemáticos del continente. Antes de decirle adiós, echamos la vista atrás para recordar lo que dieron de si esos días.
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El tiempo se nos había echado encima: teníamos apenas tres días para recorrer los más de 3.000 kilómetros que separan la localidad argentina de El Chaltén de Santiago, la capital chilena. ¿El motivo de tantas prisas? Teníamos que llegar al aeropuerto a tiempo de tomar un vuelo que, por nada del mundo, queríamos dejar escapar. Esta es la historia de una larga (y cara) carrera a contrarreloj en la que tuvimos que cruzar dos países para no perder un avión.
En pleno Parque Nacional de Los Glaciares encontramos El Chaltén, un pueblo que ostenta con merecido orgullo el título de capital argentina del trekking. Situado a los pies del cerro Fitz Roy, es el centro de un gran número de sendas que exploran los sugerentes paisajes montañosos del sur de los Andes. Las posibilidades que ofrece satisfarán tanto a los caminantes más exigentes como a aquellos que quieren disfrutar de un bello paraje sin sudar demasiado.
Nosotros le dedicamos cinco días y aunque la lluvia frustró algunos de nuestros planes, nos fuimos con la satisfacción de haber recorrido alguna de sus caminatas más emblemáticas.
Pocas experiencias han sido tan sobrecogedoras como el instante en que escuchamos por primera vez el rugido del hielo quebrándose en el Perito Moreno. Estábamos cruzando el bosque que rodea el glaciar cuando oímos, alto y claro, ese crujido grave y chirriante rematado por el desprendimiento de un gigantesco bloque que se zambulló en las gélidas aguas del canal de témpanos. Ese día, plantados bajo la lluvia, contemplamos los derrumbes del glaciar más famoso de la Patagonia argentina con una emoción que nos confirmó definitivamente que emprender la vuelta al mundo había sido la mejor decisión que podríamos haber tomado.
«Fin del mundo, principio de todo» es el lema de Ushuaia, la localidad argentina que presume de ser la ciudad más austral del planeta. Capital de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur es uno de los puntos turísticos más importantes de toda Argentina y para nosotros fue el destino que marcó el fin de la ruta hacia el sur y el inicio del camino de vuelta al norte.
La oportunidad de contemplar animales correteando libremente en sus hábitats fue uno de los motivos que nos impulsó a dar la vuelta al mundo. Entre toda la variedad del reino animal, sentimos una especial debilidad por los pingüinos y sus torpes andares y por eso en nuestra ruta a través de la Patagonia argentina teníamos una parada ineludible en la ciudad de Puerto Madryn. Desde allí visitaríamos Punta Tombo y su colonia de pingüinos de Magallanes, una de las más grandes del continente.
Buenos Aires es una ciudad que atrapa. Puede que sus rascacielos no sean los más altos, ni sus avenidas las más monumentales y quizás a sus calles les falte un poco de verdor, pero la capital argentina está envuelta por una atmósfera verdaderamente especial. Modernidad, historia y un digno aire decadente se entretejen formando una maraña que, lejos de afearla, le imprimen un carácter único.
Cuentan los indios guaranís que hace muchos años una monstruosa serpiente llamada Boi habitaba en las profundidades del río Iguazú. Era un espíritu voraz y para mantenerlo a raya las tribus de la región tenían que entregarle una doncella cada año, pero cuando le llegó la hora a la joven Naipí, Tarobá, su enamorado, se negó a aceptarlo. El valiente guaraní raptó a la chica e intentó huir con ella río abajo, pero desafortunadamente Boi los vio y descargó su monumental cuerpo sobre ellos para aplastarlos. El golpe fue tan tremendo que partió el curso del río y creó las cataratas de Iguazú, pero no satisfecho con haber frustrado la fuga, el iracundo reptil transformó a Tarobá en árbol y la cabellera de Naipí en la caída de las cascadas. Desde entonces los amados permanecen separados y para asegurarse de que no vuelven a juntarse, Boi aguarda oculto vigilándolos desde la Garganta del Diablo.
Cómo cruzar la frontera entre Bolivia y Argentina
Después de visitar el impresionante Salar de Uyuni y las lagunas del altiplano, llegó el momento de despedirnos de Bolivia y encaminarnos hacia Argentina. Durante nuestro paso por Sudamérica no cogimos ningún vuelo, así que teníamos por delante algo más de 2.300 kilómetros y unas cuantas horas de carretera antes de llegar al siguiente destino.