De diciembre a marzo, la pasión más bestial e irrefrenable llega a las costas de California y se instala en algunas de sus playas. Ni la versión más hardcore de 50 Sombras de Grey os puede preparar para el espectáculo de violencia y sexualidad exaltada que tiene lugar aquí. Es la época de apareamiento de los elefantes marinos y estas criaturas no se andan con galanterías.
Categoría: América del Norte (Página 2 de 7)
Si la Highway 1 es el tesoro de las carreteras californianas, el Big Sur es la joya de la corona. Se trata de uno de los parajes más bonitos de la costa oeste de los Estados Unidos, un tramo donde se pueden contemplar las montañas de Santa Lucía emergiendo directamente de las frías aguas del océano Pacífico creando una costa abrupta llena de precipicios y de playas espectaculares. Desafiando este terreno tan escarpado, la Ruta 1 se abre paso a través de una estrecha y sinuosa vereda encajada entre acantilados y paredes de roca. Por algo al final de la ruta venden unas pegatinas para el coche que dicen: “I survived Pacific Coast Highway 1”.
Cuando lo vimos de reojo no entendimos qué era. Apenas había sido un instante para luego desaparecer tras la arboleda que bordeaba la carretera. Nos miramos incrédulos y, al momento, clavamos la mirada hacia ese lado expectantes. Queríamos asegurarnos de lo que habíamos visto. A los pocos segundos los árboles se aclararon y nos mostraron de nuevo la escena. Hubo un cruce de miradas dentro del coche y, automáticamente, pusimos el intermitente a la derecha. Teníamos que verlo de cerca. Seguir leyendo
«Si vas a San Francisco asegúrate de llevar algunas flores en el pelo.
Si vas a San Francisco el verano será una celebración del amor»
Este famoso estribillo interpretado por Scott McKenzie dio comienzo al Verano del amor, una concentración de jóvenes melenudos que en 1967 convirtieron San Francisco en la capital de una nueva contracultura basada en la libertad y el pacifismo: el movimiento hippie. Este evento marcó definitivamente el carácter de una ciudad que aun hoy sigue siendo conocida por su liberalismo y progresismo. Nosotros llegamos sin flores, como mucho llevábamos alguna rama o hoja seca enredada después de pasar por el Parque Nacional de Yosemite, a apenas tres horas de aquí.
La calle Lombard, el Golden Gate o la cárcel de Alcatraz son algunos de sus muchos reclamos, pero nosotros tan solo disponíamos de tres días para descubrirlos ya que la fecha del siguiente vuelo empezaba a acercarse, así que planificamos un recorrido para aprovechar al máximo el tiempo y no dejarnos ninguno de los imprescindibles.
El Parque Nacional de Yosemite es, sin duda, uno de los parajes naturales más conocidos de California y de todos los Estados Unidos. Sus más de 3.000 kilómetros cuadrados que se extienden al oeste de las montañas de Sierra Nevada, recibieron en 1984 la consideración de Patrimonio Mundial de la Humanidad otorgada por la UNESCO. Y es que la belleza de sus cataratas, de sus espectaculares montañas de granito y sus bosques gigantescos forman un conjunto natural de una gran belleza que lo convierten en visita obligatoria para cualquiera que se acerque por estos parajes. Personalmente era uno de los parques que teníamos más ganas de visitar durante esta parte del viaje y, como era de esperar, no nos decepcionó. Seguir leyendo
Después de visitar el famoso signo de «Welcome to Fabulous Las Vegas«, tomamos la carretera 160 y nos fuimos hacia uno de los lugares más inhóspitos del país, el Parque Nacional de Death Valley. Este paraje es famoso por dos cosas: por ser el lugar donde se ha registrado la temperatura más altas del planeta, nada más y nada menos que 56,7ºC, y por ser el punto más bajo de los Estados Unidos con 85 metros por debajo del nivel del mar. Estas singularidades lo han convertido en una visita turística de primer orden y al cabo del año más de un millón de personas pasan por aquí. Pero antes de llegar aquí, nos pusimos en plan Iker Jiménez e investigamos un poco para dar con la base secreta más conocida de los Estados Unidos, el Área 51. Seguir leyendo
Al viajar, inevitablemente, te verás envuelto en situaciones en las que te sentirás perdido. Puede que te desorientes y no seas capaz de encontrar la dirección correcta, puede que necesites comunicarte y nadie sea capaz de comprenderte o quizás no entiendas lo que sucede a tu alrededor y que te quedes con cara de tonto sin saber reaccionar. Pasará a menudo y tendrás que emplearte a fondo, exprimir tu cerebro y obligarle a destilar alguna idea salvadora. Nosotros nos consideramos buenos resolviendo esta clase de situaciones y, en el fondo, disfrutamos de ellas, pero confesaremos que hubo una que nos superó: nos perdimos sin remedio en un casino de Las Vegas.
Cuenta una leyenda de los indios Paiute que en un tiempo muy remoto el Bryce Canyon estaba habitado por la Gente de las Leyendas, un pueblo antiquísimo que había habitado el lugar antes que ellos y que cometió el tremendo error de desafiar a Sinawava, el Dios Coyote. La deidad, famosa por sus triquiñuelas y astucia, no dudó que este pueblo bien merecía un escarmiento por su osadía y sus malas acciones y los castigó convirtiéndolos en piedra. Desde ese día y para a eternidad, la Gente de las Leyendas se yergue petrificada.
Cuando en 1860 las primeras familias de mormones se adentraron en este paraje buscando tierras fértiles, quedaron tan sorprendidas por su belleza que decidieron llamarlo Zion, pues la consideraron su propia tierra prometida. Construyeron sus hogares y plantaron sus cosechas con el corazón henchido de gozo por lo que consideraban un regalo de Dios. Luego llegaron las inundaciones que arrasaron con todo y tuvieron que abandonar la zona del cañón, pero la primera impresión es lo que cuenta y de entrada les pareció muy bonito.
Despertamos en Monument Valley y lo primero que hicimos fue, con toda la emoción, descorrer la cortina del balcón. El día anterior habíamos llegado con luz suficiente para comprobar que nuestra habitación en el Goulding Lodge tenía unas magníficas vistas sobre el valle. Pero ¡Oh sorpresa! Esa mañana había amanecido con una densa niebla que ocultaba las célebres formas rocosas. Nuestras caras debían ser como las de esos niños que se despiertan el día de Reyes para abrir sus regalos y se encuentran con un puñado de calcetines y un pijama de felpa. Chascazo. Seguir leyendo