Continuamos con nuestro viaje en furgoneta por la Isla Sur de Nueva Zelanda y la carretera nos lleva hasta una curiosa formación rocosa de la costa oeste famosas por su parecido con una pila de tortitas, las Pancake Rocks. También os enseñaremos uno de esos rincones imprevistos que descubrimos y que nos sorprendió muy gratamente, la Hokitika Gorge y el increíble color de sus aguas.
Misión «B.B.»
Los 23 kilómetros andados el día anterior en el Parque Nacional Abel Tasman hizo que esa mañana nos despertáramos con hambre y con una idea fija entre ceja y ceja: un buen bocadillo de bacon. No es que seamos unos carnívoros aficionados a la panceta, pero esa mañana se nos apareció la imagen iluminada de un pan obscenamente crujiente, con su tomatito y su aceite, y cargado de sabroso y malsano porcino. Sin perder un minuto activamos la misión: «B.B.», Bocata de Bacon. Primer objetivo del día: buscar un supermercado, comprar provisiones y prepararnos un pedazo de bocata para calmar la ansia glotona que se había apoderado de nuestra mente y estómago .
Hicimos lo que pudimos con lo que encontramos y, aunque ni el pan ni el bacon fueron lo que esperábamos, cumplió nuestras expectativas. ¡Tan impacientes estábamos por comérnoslo que lo preparamos orillados en la cuneta de la carretera!
De camino a las Pancake Rocks
Satisfechos, condujimos dirección oeste a través de la highway 6 hasta llegar a Westport. Una ciudad costera sin mucho interés que bien se puede pasar por alto.
Apenas nos detuvimos un momento para echarle un ojo a las tranquilas calles de Westport y seguimos bordeando la costa en dirección sur por la misma carretera.

Por la highway 6 desde la Kawatiri Junction donde pasamos la noche hasta Punakaiki, la primera visita del día
El tramo de carretera entre Westport y Punakaiki, la pequeña localidad junto a la que se encuentran las Pancake Rocks, tiene algunos paisajes que valen mucho la pena. Acantilados calizos erosionados por la continua acción del mar a un lado y montañas cubiertas de espesa vegetación al otro, nos dan una muy buena primera impresión de la belleza del Parque Nacional de Paparoa, hogar del ave más famosa del país: el kiwi.
Las rocas más famosas de la costa este
Dar con las Pancake Rocks es sencillo, pasad de largo de la localidad de Pukaiki y seguid la señalización, no tiene pérdida, pero si llegáis a Greymouth os habéis pasado. Encontraréis un aparcamiento justo en frente del camino que lleva hasta las famosas rocas y junto a un bar y una tienda de recuerdos. El accesible paseo de entrada discurre a través de un bosque subtropical de matorrales y palmeras autóctonas.
Lo de pancakes les viene por su aspecto parecido a tortitas apiladas. Si queréis la explicación científica aquí la tenéis: «Tras ser enterradas y compactadas, las conchas de animales marino estuvieron sometidas a una gran presión y se convirtieron en una solución. Por motivos todavía inciertos, algunos minerales se juntaron para formar finas capas de lutolita entre capas de piedra caliza. La fuerza del mar y el clima de los últimos 100.000 años han erosionado más la lutolita que la piedra caliza dando lugar al efecto pancake«. Sin embargo, el parecido con los pancakes es puramente conceptual, de apetitoso no tienen nada y ni rastro del sirope de caramelo.
El otro atractivo de las Pancake Rocks, son los blowholes, agujeros formados entre las rocas y a través de los cuales, con la marea alta, el agua brota con la presión de las olas y provoca una especie de géiseres verticales. Para cuando nosotros llegamos, el agua estaba demasiado baja y nos quedamos sin el espectáculo. Como siempre, aprovechamos la ocasión para recordaros que con estas cosas hay que tener siempre en cuenta la subida de las mareas.
El agua ha esculpido la roca con formas muy caprichosas. ¿Podéis encontrar el gato? ¿El pececito? ¿La cara que mira el mar? ¿El pulpo? Nosotros tampoco lo vemos muy claro, pero vamos, que todo es cuestión de echarle imaginación y al final uno puede ver hasta un oso bailando balet.
Como era previsible, no vimos ni rastro de los tímidos y nocturnos kiwis y empezamos a sentir que se nos agotaban las oportunidades de encontrarnos cara a cara con la más famosa de las aves neozelandesas.
El increíble color de la Hokitika Gorge
Antes de seguir dirección sur, queríamos visitar alguna cosa más por el camino, así que desenterramos la Lonely Planet de la mochila. Hasta el momento habíamos viajado sin guía alguna, pero en el hostel de Lima la habíamos trocado por una de nuestras lecturas. Abrimos el tocho, rebuscamos y entre toda las sugerencias que nos brindaba para el camino decidimos desviarnos y darle una oportunidad a las Hokitika Gorge.
¿Porqué elegimos este rincón? Pues porque nos llamó la atención el comentario que hacía sobre el color de sus aguas. Toda esa sarta de adjetivos recurrentes tipo «único», «increíble» y demás por el estilo nos suelen generar mucho escepticismo, pero esta vez la acertaron. Hay que conducir hacia el este desde el pueblo de Hokitika en dirección la intersección de Kokatahi, una vez allí girad a la izquierda y luego seguid las señales. Llegar puede ser un poco lioso, pero cuando veáis el río os quedaréis boquiabiertos: el color del río es realmente único e increíble.
Las mansas aguas azul turquesa son la principal atracción de la Hokitika Gorge Scenic Reserve. Para visitarla hay un sendero, la primera parte del cuál es accesible en silla de ruedas, que os llevará por un par de plataforma de observación y a través de un puente colgante por el que cruzaremos hasta la otra orilla. Es un sencillo paseo que en total os llevará unos 15 minutos.
De vuelta al aparcamiento nos encontramos con que una descarada weka rondaba alrededor de la furgoneta. La weka es una ave no voladora endémica de Nueva Zelanda del tamaño de una gallina y con fama de ladronzuela, amante del azúcar y de los objetos brillantes. No es el famoso kiwi, pero igualmente nos entretuvimos jugando con ella un buen rato.
Es un animal muy curioso y, aunque también es un tanto desconfiado, cuando olió que teníamos comida se lanzó a picotearle la mano de Guillem para hacerse con las migas que le ofrecía. ¡Suerte que son pequeñas y que apenas pesan un kilo, porque de ser más grandes sin duda arrancarían la mano de un picotazo a más de un visitante incauto! Por si no fuera suficiente, además de ser tan arrojadas son persistentes y por mucho que uno intente asustarlas, siempre vuelven a por más hasta que se aburren.
Cuando salimos del aparcamiento de la Hokitika Gorge, el sol había empezado a esconderse. Montamos en la furgo y, sin más paradas, nos encaminamos hacia el lugar donde pasaríamos la noche junto el Franz Joseph Glacier.
De camino, cuando ya era completamente de noche, en una carretera abandonada vimos en medio de la nada un vehículo parado con las luces largas puestas. Nos quedamos desconcertados por la tontería del tío y le devolvimos las luces acordándonos con escaso cariño de su familia, pero cuando pasamos por su lado que entendimos el porque de su extraña actitud: dentro de la calzada había un grupo de vacas paseando indiferentes y ajenas a la normativa que las obliga a llevar un chalequito reflectante. ¡Volantazo a la derecha y amago de paro cardíaco! ¡Cuidado en la carretera!
Hola chicos!!!! Me ha llamado mucho la atención vuestro artículo, porque soy un apasionado de Nueva Zelanda y espero que próximamente mi camino me lleve allí. Muy guay los lugares que recomendáis y que me aupunto, sobre todo Hokitika Gorge.
Por cierto me habeis provocado un hambre atroz de bocadillo de bacon!!!! Jajajajajaja
Un saludo
Ni te imaginas el ataque de gula que nos cogió ese día! Más tarde recordaríamos ese bocata de una forma casi obscena jajajaja Si quieres algo de información para tu visita, no dudes en mandarnos un correo! Un abrazo!