El árido camino hacia Lima, Perú

La ruta por América del sur tocaba a su fin y por delante ya solo quedaba la última maratón de autobuses. En tres días recorrimos el camino que separa Santiago de Chile de Lima. A esas alturas pasarnos más de 20 horas en un bus ya no nos intimidaba lo más mínimo, incluso habíamos aprendido a descansar meneándonos de un lado a otro con los continuos traqueteos del coche. Sin embargo, estos últimos kilómetros estuvieron teñidos de cierta tristeza, pues sabíamos que ponían punto y final a una etapa. Había llegado el momento de cerrar el amplio círculo que habíamos trazado desde Perú hasta Iguazú, bajando por la costa atlántica hasta Ushuaia y luego hacia el norte hasta llegar, de nuevo, a Lima.

Ir de Santiago a Arica

Después de visitar la capital chilena durante algo menos de un día, regresamos a la Estación Central y nos montamos en un vehículo de la compañía Tur Bus, la más importante del país. Los billetes nos costaron 26.900 pesos chilenos a cada uno y fueron, nada más y nada menos, que 30 horas a bordo,  de las 11 y media de la noche de un jueves hasta las 5 de la mañana de un sábado.

Ruta de Santiago a Arica, Chile

Llegamos a Arica y tocamos tierra con la misma ansia que un marinero que lleva meses en alta mar. Todavía era de noche y no había nadie por las calles. Habíamos reservado, pero no pagado, un alojamiento para ahorrarnos la consabida ronda de madrugada, pero cuando dimos con el lugar y tras quemarle insistentemente el timbre asumimos que allí no había nadie para abrirnos. Cargados con todos los bártulos y con ganas de acostarnos en horizontal, regresamos a la zona de la estación y repasamos opciones hasta encontrar una pensión por un precio razonable con habitaciones sencillas, pero limpias.

Cuando despertamos era casi mediodía y nos levantamos tan perezosos que decidimos pasar otra noche allí. Reconoceremos que no sentíamos ningún interés especial por la ciudad, pero la necesidad de encontrar una lavandería nos motivó a salir a rondar. Arica es la ciudad más norteña de Chile, a apenas 18 kilómetros de la frontera con Perú. Es un importante enclave portuario y la salida al mar más recurrente para los bolivianos que quieren pasar un día de playa. En las fotos de abajo podéis ver la Catedral de San Marcos de Arica, frente a la Plaza Colón, y junto a ella el reconocible Morro de Arica los dos iconos de la ciudad. Seguro que nunca adivinaríais quién diseñó la catedral: pues resulta que fue Gustave Eiffel. Si, si, el mismo de la torre parisina.

Arica, Chile

La catedral y el Morro

Ir de Arica a Tacna

A la mañana siguiente nos plantamos en la Terminal Internacional, a pocos metros de la estación de autobuses, para saltar al otro lado de la frontera y continuar con el camino hacia el norte.

Fachada de la terminal internacional de Arica, Chile

La mayoría de buses que salen desde aquí van rumbo a Bolivia. Para cruzar la frontera con Perú la forma más sencilla y económica es tomar un taxi que por 4.000 pesos (o 3.000 los domingos) te lleva hasta la localidad de Tacna. Los coches van y vienen continuamente cubriendo este recorrido y no se venden billetes por anticipado. Para montarse en uno hay ir a la terminal y unirse a la correspondiente cola, en cada coche suben 4 pasajeros y cuando se llena se va. Este trayecto, contando con los trámites de la frontera, nos llevó cerca de una hora.

Ruta de Arica a Tacna, entre Chile y Perú

En Tacna nos tocó esperar hasta las 2 del mediodía para coger el siguiente autobús. Hacía un calor terrible, 37 grados a la sombra, y el sol quemaba de una forma abrasadora. Apenas nos aventuramos fuera de la estación unos minutos para cambiar algo de efectivo y para sorprendernos con una pintada-mural de proporciones descomunales en el cerro frente al pueblo donde el regimiento militar local había trazado un «300» al más puro estilo espartano. Vimos un par de soldados, una pareja morena, bajita y panzuda, algo diametralmente opuesto al Leónidas de Frank Miller. Para nada nos hubiera gustado verlos ataviados al estilo espartano con capa, calzoncillos y sandalias.

Para matar el tiempo repasamos las portadas de la prensa local y descubrimos grandes titulares como «Muerte en el ring«, «¡15 salvan de morir!«, «Capta a sicario por Facebook«, «Violan a madre por útiles«, «Activos que matan» y «Profesores rateros«. Pura poética periodística ¡Y nosotros que creíamos que nuestra prensa era sensacionalista!

Titulares de la prensa leídos en la estación de Tacna, Perú

Ir de Tacna a Lima

Llegó el autobús y tras los correspondientes controles de seguridad propios de los autobuses peruanos, embarcamos en un vehículo de Civa. Pagamos 80 soles y fue un trayecto de unas 20 horas.

Ruta entre Tacna y Lima, Perú

Fue un viaje tedioso, pues salvo algunos llamativos oasis verdes, la aridez de la ruta no dejaba demasiadas imágenes para explorar a través de la ventanilla. Habíamos finiquitado todas las lecturas y, a la espera del siguiente trueque literario, no podíamos hacer más que mirar por la ventana  y preguntarnos ¿Cuántas veces se tienen que mear en tu muro para que pintes un «Prohibido orinar. Cámara» señalando a la nada? El tipo tenía que estar realmente harto.

Algún lugar en la carretera de camino a Lima, Perú

Era mediodía cuando llegamos, de nuevo, a la populosa Lima. Habíamos cerrado el círculo y marcado el punto y final de la etapa sudamericana de la vuelta al mundo. Regresamos al barrio de Miraflores y tras la ronda preguntando precios de alojamiento, dimos con ese primer hostal donde intentamos quedarnos a nuestra llegada al continente, pero en el que no habíamos hecho correctamente la reserva. ¡Parecía que hubiera pasado una eternidad desde entonces! Allí, en un local de ambiente totalmente backpacker y envueltos en el recurrente olor a hierba, pasamos el último día. Conseguimos dar con una lavandería donde lo lavamos todo, ¡Hasta las mochilas! Y nos preparamos para tomar un avión con escala a Los Ángeles. ¿Próxima parada? La ciudad de las estrellas.