El camino sigue y nunca se detiene. Casi sin darnos cuenta, llegamos al final de la segunda etapa de la vuelta al mundo y nos despedimos de América del Sur. Durante dos intensos meses hemos viajado a través de Perú, Bolivia, Argentina y Chile, visitando algunos de los rincones más espectaculares y emblemáticos del continente. Antes de decirle adiós, echamos la vista atrás para recordar lo que dieron de si esos días.
Sabemos que apenas hemos sobrevolado el continente, pero lo poco que hemos visto nos acompañará para siempre. Es cierto que esta etapa ha estado marcada por los interminables viajes en autobús, pero ya sean 10, 20 o 30 horas ¿Qué más da mientras tengamos paisajes como la Patagonia argentina o la selva misionera al otro lado de la ventanilla? Hemos viajado con los tiempos marcados por los vuelos que ya teníamos comprados y, en general, ha habido poco margen para la improvisación. Esto ha provocado que en más de una ocasión hayamos tenido que pisar el acelerador, pero desde la comodidad del sofá de casa ya sabíamos que si no acotábamos bien esta fase, nos arriesgábamos a que se dilatara en exceso y se nos comiera la mitad del viaje. Perfectamente podríamos dedicarle un año solo a viajar por aquí ¡Que cosas por ver y visitar no faltan!
Hemos visto algunos de los grandes Imprescindibles que nos motivaron a empezar esta gran aventura: Machu Picchu, el salar de Uyuni, las cataratas de Iguazú, el glaciar Perito Moreno e Isla de Pascua. Nos detuvimos ante ellos y nos quitaron el aliento, nos transportaron a un mundo que por lejano se nos antojaba irreal. Tantas veces hemos visto la misteriosa ciudad inca o el increíble campo de hielo argentino en la tele y en revistas que cuando uno se planta ante ellos y los mira de frente se siente completamente absorbido y envuelto en una sensación de irrealidad.
Ya podemos tachar todos estos grandes nombres de la lista «Lugares que queremos ver (si o si) antes de morir«. Solo por ellos, la vuelta al mundo ya ha valido la pena. Pero no han sido los únicos lugares memorables: nos llevamos grandes recuerdos de la ciudad imperial de Cuzco, del Valle Sagrado de los Incas y de las islas del lago Titicaca…
… de los días que pasamos en el altiplano boliviano…
… y de la vibrante Buenos Aires que en pocos días se encaramó hasta lo más alto de nuestro listado de ciudades favoritas
Nos encantan los pingüinos y disfrutamos como niños viéndolos corretear en Punta Tombo y en su versión más crecida y elegante en Puerto Natales.
Ushuaia siempre será especial, no porque sea «el fin del mundo» sino porque marcó el punto más austral de nuestro viaje y porque nos cautivaron los paisajes del Parque Nacional Tierra del Fuego.
Cuando fuimos al Parque Nacional Torres del Paine nos quedamos sin ver los emblemáticos picos por culpa de las nubes…
…y el tiempo siguió jugando con nosotros cuando la lluvia frustró alguna de nuestras caminas por las sendas a los pies del Fitz Roy cuando estábamos en El Chaltén, la capital argentina del trekking.
Echando la vista atrás, cuesta creer que viviéramos todo esto en tan solo dos meses. Retuvimos tantos momentos y lugares únicos que la densidad de recuerdos provocan que la percepción del tiempo se dilate hasta hacernos creer que todo eso ocurrió a lo largo de medio año. Así de intensos fueron esos días a la carrera, capturando uno tras otro algunos de los tesoros humanos y naturales más importantes del planeta.
Es cierto que hemos tachado un puñado de Imprescindibles, pero la verdad es que por cada nombre que hemos quitado de la lista hemos añadido otro. Hemos visto Machu Picchu, pero tenemos pendiente el Camino Inca; andamos por Uyuni, pero luego nos entraron ganas de visitar Potosí… Y es que esta es una de las lecciones del viaje: cuánto más ves, más consciente eres de todo lo que te falta por ver. Está claro que solo hemos arañado la superficie y llegados a este punto solo nos cabe decir:
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