Uno de los paisajes de montaña más bonitos que hemos visto a lo largo de la vuelta al mundo es, sin duda, el que encontramos en el Parque Nacional Torres del Paine. Este impresionante macizo regala al visitante una combinación de montañas de picos nevados, glaciares, ríos y lagos de azules increíbles y todo ello enmarcado por el dorado de la estepa patagónica.
Llegar a Puerto Natales
El punto de partida para explorar las Torres del Paine es el pueblo de Puerto Natales. Con unos 16.000 habitantes, la vida de esta localidad gira alrededor de la explotación turística de estos picos. Hay una gran variedad de alojamientos y abundan las tiendas de material de montaña y camping aunque, como sucede en toda la Patagonia, los precios son considerablemente más altos que en el norte. Ir hasta allí nos costó 6.000 pesos chilenos a cada uno con la compañía Bus Sur y tardamos unas 3 horas en cubrir el recorrido desde Punta Arenas.
Puerto Natales es la capital de la provincia de Última Esperanza. El lugar fue bautizado con este nombre tan aciago por el frustrado navegante Juan Ladrillero quien dedicó sus últimos esfuerzos y recursos a buscar la entrada oeste al estrecho de Magallanes. Un vistazo rápido al mapa de arriba permite comprobar que el pobre señor erró por unos cuantos kilómetros. Abatido y decepcionado llamó a la entrada de agua que había explorado fiordo Obstrucción.
Visitar el Parque Torres del Paine en un día
La presión y la urgencia de movernos hacia el norte para tomar un vuelo que nos esperaba en menos de dos semanas empezaban a calar, pero no podíamos pasar de largo e irnos de aquí sin echarle, al menos, un rápido vistazo al macizo rocoso. Descartamos recorrer alguno de los famosos trekkings de la región y, para compensarlo, optamos por la versión resumida: contratar una excursión en coche que nos llevara hasta los miradores más emblemáticos para contemplar estos paisajes de postal.
Desde el hostal nos gestionaron la excursión full day que nos costó 25.000 pesos a cada uno. Antes de las 8 de la mañana pasaron a recogernos y recorrimos los 120 kilómetros que separan Puerto Natales del parque. La primera parada fue ante el lago Sarmiento, a las puertas mismas de la zona protegida. Desde aquí tuvimos la oportunidad de echar un primer vistazo a las Torres del Paine y comprobar lo que más nos temíamos: un gran nubarrón gris se había aposentado junto encima de las torres, los picos más famosos del macizo, y los ocultaban completamente. Habíamos leído que esta nube es una habitual de la sierra y que no es raro pasar varios días aquí y apenas conseguir un rápido vistazo a las torres.

Las aguas del lago Sarmiento son de un azul intenso y sus orillas están enmarcadas por sedimentos blancuzcos
Avanzamos durante 20 minutos más hasta llegar a la laguna Amarga, donde divisamos una bandada de flamencos que, tal y como nos vieron sacar las cámaras, alzaron el vuelo en busca de un lugar con menos turistas pesados. Mientras estábamos allí, por unos instantes, el nubarrón gris se compadeció de nosotros y se aclaró regalándonos una fugaz visión de los pilones de piedra que dan nombre al parque. Fue apenas un instante que nos permitió distinguir su silueta y tal y como habían aparecido, volvieron a cubrirse sin que nos diera tiempo de echarle ni una foto.
A las 10 llegamos al acceso norte del parque, la Portería Laguna Amarga. Ir desde Puerto Natales hasta aquí nos había llevado 2 horas y cuarto, parada técnica para café y baño incluída. La entrada nos costó 18.000 pesos chilenos, valor de la tarifa completa ya que el descuento de estudiante solo se aplica a los locales. Además de pagar, hay que rellenar un formulario de entrada que sirve para llevar un registro detallado de los visitantes. Si queréis validar el acceso para más de un día, trámite necesario si queréis hacer alguno de los trekkings largos, tendréis que solicitar que os sellen las entradas en estas mismas oficinas de acceso.
El parque posee unos 200 kilómetros de senderos, 60 o 70 de les cuales permanecen abiertos todo el año. Estas sendas son uno de los atractivos más importantes del lugar y son consideradas como uno de los mejores trekkings del mundo. Se recomienda hacerlos entre noviembre y diciembre para evitar la afluencia masiva propia de los meses de enero y febrero. El circuito completo alrededor de la sierra, conocido popularmente como la «O», lleva unos 8 o 9 días y la versión más popular, la «W», es de unos 4 días. Si queréis información práctica y útil sobre estos recorridos podréis encontrarla en el siguiente enlace.
Ya dentro del parque empezamos a pivotar alrededor de las montañas y a disfrutar de la gran cantidad de lagos que las rodean. Desde la laguna Larga contemplamos otra de las caras más conocidas de la sierra: los Cuernos del Paine y el glaciar del Almirante Nieto.
Desde allí bordeamos las aguas de la laguna Nordenskjöld, que posee un color pálido muy distinto al de los lagos vecinos ya que se alimenta del deshielo del glaciar sur y del mismo río Paine y contiene gran cantidad de sedimentos. Mientras contemplábamos este lago, el viento que llevaba soplando desde primera hora, alcanzó las rachas más fuertes del día rozando los 100 kilómetros hora. Era un viento racheado muy traicionero que nos permitía pasear tranquilamente, pero cuando menos nos lo esperábamos nos golpeaba con ganas y nos hacía avanzar como si estuviéramos borrachos.
Al llegar al mirador sobre el Salto Grande, en el lago Pehoé, el guía nos informó del cambio de planes. Según la orden del día, teníamos que detenernos aquí y hacer una pequeña caminata para llegar cerca de la caída de agua, pero debido al viento habían decido anularlo al no creerlo conveniente. La decisión nos decepcionó y nos enojó bastante, pero unas horas más tarde nos enteramos que otro grupo si que había hecho la caminata y que la aventura había terminado de forma precipitada cuando un turista fue empujado por una ventada repentina, trastabilló y se partió la cara al caer por un terraplén. Aprovechamos la ocasión para reconocerle a nuestro guía su sensatez.
Dirección al mirador Pozo de los deseos se consiguen unas vistas inmejorables de los Cuernos, aunque por toda esta zona todavía se pueden apreciar las cicatrices del devastador incendio que afectó el parque a finales del 2011. Aquel año, un chico israelí tuvo la brillante idea de quemar algo de papel higiénico y la cagada terminó con más de 15.000 hectáreas arrasadas. Tristemente esta no era la primera vez que sucedía algo así, en 1985 la colilla de un japonés dejó un funesto saldo de 14.000 hectáreas consumidas, la misma cantidad que se perdió cuando un checo descuidó su fogón de camping en 2005.
Después de comer los bocatas que nos habíamos preparado, llegamos hasta el lago Grey donde iniciamos una caminata de 5,5 kilómetros que nos llevó hasta el mirador sobre el glaciar Grey. Aunque no era mucha distancia, tardamos un par de horas en hacer el camino de ida y de vuelta. Cruzar la lengua de tierra que limita el lago y que nos permitió alcanzar la orilla opuesta se convirtió en una proeza: en este punto especialmente expuesto, las montañas encauzaban todas las corrientes de aire y cada paso que dábamos era una lucha contra la resistencia del viento.
Desde el punto de observación al que llegamos, estábamos a unos 15 kilómetros de la masa de hielo. En caso de que alguien quiera acercarse más al glaciar, se puede hacer montando en alguno de los barcos que navegan por el lago, pero ese día el servicio estaba suspendido debido al viento. Flotando en las aguas de este lago habitualmente se pueden contemplar decenas de témpanos azules flotando sobre la superficie, pero tras un verano especialmente caluroso apenas quedaba rastro de ellos.
La cueva del Milodón
La visita a esta caverna, antiguo hogar de un gigante animal prehistórico llamado milodón, era el broche final del día. Reconoceremos que Guillem tenía bastantes expectativas puestas en ella ya que el tema de visitar un importante yacimiento paleontológico le resultaba bastante atractivo, pero ¡menuda decepción!
No es que esperáramos encontrarnos al milodón allí sentado echando un café listo para saludarnos, pero es que realmente del animal no queda ni rastro salvo una pequeña vitrina con unos pelos, algunos huesecillos subcutáneos que poseía a modo de armadura y la réplica de una garra y de la cabeza de un hueso. La cuestión es que en 1895 se halló en su interior los restos extremadamente bien conservados de este animal, pero tal y como se encontró se despiezó y se repartió entre varias universidades extranjeras. Tal y como dijo el guía «lo más parecido a un milodón que queda aquí es este» señalando al tipo de seguridad. Era un tipo achaparrado que, a decir verdad, si que guardaba cierto parecido con el animal.
A no ser que seáis unos fans incondicionales de los milodones, esta sea seguramente una visita que os sepa a poco y los 4.000 pesos chilenos que cuesta os parezcan excesivos. La entrada da acceso a tres sectores distintos, de los cuales nosotros solo visitamos el principal, la Cueva Grande.
Para sacarle algo positivo os diremos que está a menos de 30 kilómetros de Puerto Natales y que los paisajes que la rodean son muy bonitos, así que si estáis por aquí y no os importa dedicarle un rato puede rellenaros media tarde.
Al día siguiente regresamos a la carretera para saltar de nuevo al lado argentino y visitar otra de las grandes maravillas naturales de este continente: el glaciar Perito Moreno.
Perfecta explicación y bonitas fotos de un lugar delicioso.
Saludos viajeriles!
¡Muchas gracias chicas! Hace unos días nos reímos con vuestro vídeo del baño en el río helado. Nos recordó mucho a algunas experiencias por Canadá… ¡Todo sea por el ahorro y una buena circulación! En pocos días nos vamos a Mongolia ¿alguna recomendación para hacerlo barato?
Hola Guillem y Alexandra! Siento no haberos contestado hasta ahora…de hecho he visto casualmente vuestra pregunta ahora 🙁
supongo que ya habeis pasado por Mongolia…espero que haya sido una gran experiencia como la nuestra 🙂
si teneis alguna pregunta en la que creais que os podemos ayudar, escribirnos al blog y seremos mas efectivas.
Saludos viajeriles!