El Valle Sagrado de los Incas

Al pie de los Andes peruanos y cerca de la ciudad de Cuzco se extiende el valle del río Urubamba, un rincón donde abunda el agua, la tierra fértil y que disfruta de un clima óptimo para la agricultura. Estas cualidades no pasaron desapercibidas para los incas, quienes convirtieron esta cuenca en una de las zonas de cultivo más importantes de su imperio. Debido a su trascendencia comercial, pero también política y espiritual, hoy en día el tramo comprendido entre los pueblos de Písac y Ollantaytambo, se conoce como el Valle Sagrado de los incas. Recorrerlo es una oportunidad única para aproximarse a esta enigmática cultura, observar sus vestigios y sorprenderse con sus increíbles obras de ingeniería agrícola e hidráulica.

Terrazas agrícolas de Písac, Valle Sagrado de los Incas, Perú

La excursión al Valle Sagrado de los incas empezó de buena mañana en Cuzco. Nos habían convocado a las 8.50 en la puerta de la agencia, a dos pasos de la Plaza de Armas, y desde allí nos acompañaron hasta la Plazoleta del Comandante Ladislao Espinar, donde una multitud de turistas aguardaba en rebaño su turno para subir al autobús. Normalmente las visitas organizadas al valle cuestan entre 25 y 30 soles, salen todos los días desde Cuzco a las 9 de la mañana y regresan alrededor de las 6 tras visitar Písac, Ollantaytambo y Chinchero. Nuestro plan fue ligeramente diferente: la excursión duraría solo hasta las 4 y terminaría en Ollantaytambo, donde tomaríamos el tren para ir a Aguas Calientes. Aunque nos perdimos la visita a Chinchero, este cambio nos permitía visitar Machu Picchu al día siguiente sin tener que volver a Cuzco.

La excursión que contratamos incluía transporte y guía, pero no el boleto turístico. Este imprescindible abono da acceso a distintos puntos de interés de la ciudad y alrededores y puede comprarse en la oficina de turismo de la Avenida el Sol o en los accesos a los parques arqueológicos. Hay distintos tipos: el básico que permite la entrada a 16 atracciones incluyendo las del Valle Sagrado y que tiene un precio de 130 soles, y los parciales que cuestan 70 soles, pero dan acceso a una lista más restringida y solo son válidos para un día. La idea que llevábamos era la de comprar el básico con el descuento para estudiantes que quedaba por 70 soles, pero en la taquilla de Písac nos dijeron que el precio reducido solo se aplica a menores de 25, así que aún con el carnet de estudiante, nos tocó pagar el importe completo. Cosas de la edad.

Al final compramos el parcial para el valle que incluye la entrada a Ollantaytambo, Písac, Chinchero y Moray. Si queréis más información echadle un ojo a su página web.

Precio del boleto turístico de Cuzco, Perú

En el precio de la excursión tampoco se incluye la comida. Cada agencia tiene pactados unos restaurantes distintos y, por lo tanto, el precio varia de una a otra aunque, como todo aquí, siempre hay cierto margen para la negociación. Y si no, bocadillos traídos de casa.

Primera parada: el mercado de Qorao

El autobús salió puntual y empezó a trepar por los cerros al norte de Cuzco hasta saltar al valle contiguo. Antes de perder de vista la ciudad, el guía ya había dado rienda suelta a su sarta de chistes manidos y a repetirlos con ensañamiento en su particular inglés. Al pasar por delante de la fortificación de Sacsayhuamán, soltó su gran hit: «Trucos mnemotécnicos para recordar nombres quechua«. Desde ese momento Sacsayhuamán se convirtió en «Sexy woman» y Písac en «pizza«. Si señores, este era el nivel de esta estrella emergente del humor, pero como la gente le reía la gracia, el tipo no paraba y lo repitió una y otra vez. Una y otra vez.

Por el camino observamos los famosos toritos de Pucará, unos adornos cerámicos muy populares en esta región y que se colocan en los tejados de las casas para atraer la prosperidad y el éxito.

Toritos de Pucará, Perú

Tras poco más de 30 kilómetros llegamos al mercado de artesanías de Qorao, la típica parada para comprar que suelen endosarte en estas excursiones. Veinte minutos para contemplar lo más típico y tópico de los souvenirs made in Perú: gorros andinos, ponchos, riñoneras multicolores, figuritas de llamas y… espera, quizás no todo fuera tan típico. El significado de estos muñecos se nos escapa ¿Queremos saberlo? No estamos seguros.

Mercado de artesanía de Písac, Perú

Todas la paradas vendían lo mismo y como los precios estaban convenidos entre los paradistas, no había margen para el regateo o las gangas. Los que tenían bastante éxito eran un par de chavales y una señora vestidos a la usanza tradicional y que por una mondedita se dejaba fotografiar con sus llamas.

Mercado de artesanía de Písac, Perú

Por muy artificiales e impostados que nos parezcan, la verdad es que faena no les faltó. Al fin y al cabo, todo turista aspira a llevarse a casa una instantánea tan folclórica como esta y así poder demostrar que en su viaje contactó con gentes y pueblos «exóticos». La parte que suele quedar fuera de la historia es el pago previo que se realizó para poder admirar tal expresión de cultura andante.

Niño peruano esperando a que algún turista quiera fotografiarse con él, Písac, Perú

Segunda parada: Písac

Písac está dividido en dos partes: la nueva, famosa por su mercado de los domingos y que se encuentra en el fondo del valle, y la vieja, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la zona y que se alza en la cima de un cerro. Para acceder al antiguo pueblo inca es imprescindible presentar el boleto turístico a la entrada. Una curiosidad para empezar: cuando los incas levantaban una ciudad le daban al trazado de la planta una forma de animal y esta tiene forma de perdiz, P’isaq en quechua.

Písac, Valle Sagrado de los Incas, Perú

Aquí se puede admirar el sistema de cultivo en andenes o bancales propio de los incas y que marcó un hito en la capacidad de explotación agrícola que, a pesar del paso de los años y de la modernidad, no se ha vuelto a alcanzar en la región. Gracias a él, los incas crearon importantes extensiones de tierra cultivable en las laderas de unas montañas que, de entrada, no ofrecían muchas posibilidades.

Nosotros y las terrazas agrícolas en Písac, Valle Sagrado, Perú

Este pueblo trabajó para conseguir las mejores especies de maíz, creando granos más grandes o plantas que se adaptaran mejor a las condiciones de cada lugar. El resultado fueron ¡varios centenares de especies distintas!

Variedades de maíz, Valle Sagrado de los Incas, Perú

Más allá de la agricultura, está ciudad tenía la función de vigilar la vía inca que daba acceso al valle. La red vial incaica o gran carretera de piedra alcanzó los 30.000 kilómetros de extensión y enlazaba ciudades tan distantes como las actuales Quito y Santiago de Chile. Una obra impresionante que ayudó a mantener cohesionado el imperio y que gracias a un sistema de corredores entre postas permitían que un mensaje salido de Cuzco, la capital, llegara a cualquier extremo del imperio en cuestión de días.

Písac, Valle Sagrado de los Incas, Perú

Písac, Valle Sagrado de los Incas, Perú

Otro de los atractivos del lugar es la posibilidad de contemplar el cementerio inca más grande hallado hasta el momento. Cuando los españoles entraron en contacto con este pueblo, destruyeron muchos de sus símbolos culturales y los cementerio no fueron una excepción. El de Písac, aunque de entrada no parezca nada espectacular, tiene una gran importancia desde el punto de vista arqueológico.

Cementerio inca en Písac, Valle Sagrado de los Incas, Perú

Los nichos son esos pequeños orificios que se observan excavados en la roca

Tercera parada: Ollantaytambo

Después de comer en un bufet de Urubamba que costó unos nada merecidos 35 soles, volvimos a montar al autobús y nos fuimos a Ollantaytambo. A 80 kilómetros al noroeste de Cuzco, se hace llamar el «pueblo inca vivo» ya que está construida sobre el asentamiento incaico original. Los habitantes actuales viven en las mismas casas que sus antepasados y, en muchas de ellas, aun pueden admirarse los cimientos de piedra de la época.  Las calles empedradas y el sistema de canales que la recorren son vestigios palpables de ese esplendor pasado. Geográficamente se considera que es el extremo final del Valle Sagrado y puerta de entrada a Machu Picchu y a la selva amazónica.

El parque arqueológico es realmente espectacular. Písac está bien para hacerse una idea de cómo vivían los incas, pero Ollantaytambo nos permite contemplar la monumentalidad que eran capaces de alcanzar. La parte que se ha conservado intacta es una fortificación construida entre dos montañas.

Ollantaytambo, Valle Sagrado, Perú

Para acceder al complejo hay que subir más de un centenar de escalones que suben junto a las terrazas agrícolas hasta alcanzar la parte superior de la montaña. La combinación de escaleras y altitud hizo que algunos, sobre todo los más mayores, decidiera que contemplar la ciudad desde abajo era también una muy buena opción.

Ollantaytambo, Valle Sagrado, Perú

Frente a la ciudad se encuentra el Pinkullyuna o Tunupa, una montaña clave para el pueblo ya que en ella construyeron las colcas, que vienen a ser la versión incaica de las  «neveras» y que se utilizaban para conservar alimentos y para recolectar agua.

Ollantaytambo, Valle Sagrado, Perú

Los distintos pisos de colcas pueden distinguirse en la parte media de la montaña

A la izquierda de las colcas, se observa que la piedra tiene una forma que recuerda vagamente a un rostro y al que se conoce como «el inca que vigila». Algunos estudiosos afirman que fue tallado, aunque viendo la magnitud de la presunta escultura y lo desmejorada que está cuesta bastante creer que así fuera. Pero bueno, viendo de lo que eran capaces, ¡no seremos nosotros los que digamos que no es cierto!

Ollantaytambo, Valle Sagrado, Perú

A parte de los andenes agrícolas que ya habíamos visto, existían otras dos tipologías de bancales: los de contención, realizados para evitar la erosión y los corrimientos de tierra y los meramente decorativos, que tenían por única función la de embellecer la ciudad. Estos tres tipos de construcciones pueden observarse en Ollantaytambo.

Ollantaytambo, Valle Sagrado, Perú

En el sector religioso de la aldea se alza el Templo del sol, una construcción megalítica situado en un punto estratégico desde el cual podía observarse la montaña de Pinkullyuna. Tomando como referencia un saliente de esta roca y poniéndolo en relación con el movimiento del sol, los sacerdotes y los astrónomos incas eran capaces de establecer un calendario y determinar los solsticios.

Con cada cosa que nos explicaba el guía iba creciendo nuestra admiración por este pueblo desaparecido.

Templo del Sol, Ollantaytambo en el Valle Sagrado de los Incas, Perú

En la parte baja, se encuentra el Templo del Agua, una construcción cuadrangular con un patio interno donde las fuentes incas siguen brollando con agua fresca de las montañas.

Templo del Agua, Ollantaytambo en el Valle Sagrado de los Incas, Perú

A pesar de las explicaciones del paciente guía que se ofreció a contestar a todas nuestras preguntas, salimos de aquí con más dudas que respuestas. ¿Cómo un pueblo que no usaba la rueda o la escritura había sido capaz de alcanzar unas cotas tan altas de desarrollo tecnológico? ¿Cómo habían sido capaces de realizar obras de ingeniería que incluso hoy en día supondrían un reto? ¡¿Pero cómo levantaban esas piedras?! No queremos ponernos en plan Iker Jiménez, pero el asunto resulta intrigante.

Esperando el tren

El tren hacia Aguas Calientes no salía hasta las 7 y como limitan el acceso a la estación hasta la hora en que vayas a tomar tu tren, nos fuimos a un café de la plaza principal a pasar el rato. No queríamos hacer gasto porque sabíamos que los precios estaban más que inflados, pero al ver la carta a Guillem se le iluminaron los ojos: «cuy al horno». Cerca de Urubamba, junto a la carretera, habíamos visto mujeres que vendían cuys ensartados en un palo, pero nos había dado cierto reparo. El problema no era que nos dieran «gato por liebre», la cosa era que no queríamos «rata por cuy» y estábamos dispuestos a pagar un poco más solo por asegurarnos la especie. Y  que conste que no tenemos ningún prejuicio contra las ratas, se trata solo de tener lo que uno ha pagado.

Señora vendiendo cuy empalado junto a la carretera a Urubamba, Valle Sagrado, Perú

Aunque fuera rata, la verdad es que pintaba muy bien

Al final Guillem tuvo su cuy y con él su decepción con patatas pochas. El cocinero le puso la máxima desgana al plato y, para decirlo fino, no se lució demasiado. El cuy que nos sirvieron estaba medio churrascado y aunque la escasa carne estaba bastante buena, le sobraba pellejo por todas partes. De haberlo sabido no hubiéramos dudado en comprárselo a la señora de la carretera. Y por si os lo preguntáis: no, no sabe a pollo, se parece más a la codorniz.

Cuy al horno, Ollantaytambo, Perú

Mientras Guillem jugaba con la cabecita del animal y Alexandra hacía lo imposible por no verle royendo huesos ni escucharle partiéndolos con cierto regocijo, se hicieron las 7.  Estas horas de espera nos había puesto un poco nerviosos: ¡al día siguiente subiríamos al Machu Picchu! Esos últimos días había llovido y el tema nos preocupaba bastante ¿Tendríamos buen tiempo? ¿Nos complicaría eso el ascenso al Huayna Picchu? ¿Podríamos disfrutar de la ciudad perdida como se merecía?

Esperando en la estación de Ollantaytambo el tren hacia Aguas Calientes, Perú

3 comentarios

  1. Irving Rodríguez

    Hola gracias por compartir sus historias, realmente mi esposa y yo disfrutamos mucho leer su viaje por Peru.

    Si Dios lo permite pronto estaremos realizando el viaje a Perú, un sueño hecho realidad. Me encantaría hablar con ustedes para que me brinden algunos tips de nuestra estadía por allá.

    Saludos desde Costa Rica.

    • Guillem&Alexandra

      Hola Irving,

      nos alegra que disfrutes con el blog, gracias! Que bien que decidas viajar a Perú, seguro que os encanta. Tu dirás, en qué podemos ayudarte?

      Saludos!

  2. Luis Alberto

    Muchas gracias por vuestros comentarios al viaje. Son de lo más útil para planificar.
    Podrías indicarme la agencia con la que hicisteis el tour del valle sagrado?

    Gracias de nuevo.

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