Si la Highway 1 es el tesoro de las carreteras californianas, el Big Sur es la joya de la corona. Se trata de uno de los parajes más bonitos de la costa oeste de los Estados Unidos, un tramo donde se pueden contemplar las montañas de Santa Lucía emergiendo directamente de las frías aguas del océano Pacífico creando una costa abrupta llena de precipicios y de playas espectaculares. Desafiando este terreno tan escarpado, la Ruta 1 se abre paso a través de una estrecha y sinuosa vereda encajada entre acantilados y paredes de roca. Por algo al final de la ruta venden unas pegatinas para el coche que dicen: “I survived Pacific Coast Highway 1”.

Big Sur, California

Un poco de contexto

Era la segunda jornada que dedicábamos a recorrer el tramo de la Highway 1 que se extiende entre San Francisco y Los Ángeles. Ese día partimos desde Monterrey, ciudad que en otros tiempos fue la capital de la provincia española de la Alta California. Fundada en 1770, sirvió de base para explorar los territorios salvajes del sur a los que bautizaron con el nombre de El País Grande del Sur. En 1821 el territorio pasó a manos de los mexicanos y veinte años después pasó a los estadounidenses. Reflejando este legado compartido, hoy en día se mantiene un nombre medio en inglés y medio en español: Big Sur. Aunque sus límites no están definidos con exactitud, se conviene que en la actualidad lo forman los 140 kilómetros que van desde el  río Carmel, en el norte, hasta el arroyo de San Carpoforo, al sur.

Big Sur, California

A través del Big Sur

Antes de salir de Monterrey  llenamos parcialmente el depósito. Este fue un error del que no tardamos en arrepentirnos, porque en este tramo de la ruta el precio del combustible crece exponencialmente a medida que se va hacia el sur y alcanza los 7$ por galón. Para que os hagáis una idea: es más del doble del precio que en una ciudad consideraríamos caro. Las gasolineras se aprovechan de la falta de infraestructuras y de opciones, porque aunque en los mapas veáis que por aquí hay varios pueblos como Lucia o Gorda, pero no os confundáis: en realidad son estaciones de servicio con algún restaurante o motel.

Big Sur, California

Igual que el día anterior, había una gran cantidad de visitantes que aprovechaban el buen tiempo de ese caluroso fin de semana de enero. Cunetas y apartaderos estaban a rebosar de coches y los parques estatales tenían colas de entrada que llegaban hasta la carretera principal. No olvidéis que se trata de una atracción turística de primer orden y más de 3 millones de visitantes pasan por aquí cada año, así que si venís por aquí preved que esto pasa habitualmente.Teníamos planeado visitar la Reserva Natural de Point Lobos, pero estaba hasta los topes y tan solo permitían la entrada de un vehículo cuando otro se iba. Echamos un buen rato ahí esperando, pero el ritmo era de un acceso cada 15 minutos, así que, aunque nos supo mal, nos fuimos sin visitar esta famosa reserva marina y la Headland Cove.

Algo parecido nos había sucedido cuando quisimos visitar el pueblo de Carmel. Aunque dimos muchas vueltas con el coche, no encontramos un lugar dónde aparcar y con el recuerdo de la multa de San Francisco aún fresco, no quisimos arriesgarnos a cometer una infracción y terminamos por irnos sin detenernos. Además, sabiendo que Clint Eastwood fue alcalde de este lugar, temíamos que la policía, a parte de la multa, nos retara a un duelo al alba al estilo western. Una curiosidad de esta comunidad es que está prohibido pasearse con tacones de más de 2 pulgadas de alto. No os preocupéis porque la policía no se toma muy en serio la aplicación de esta ley promulgada en 1920 para evitar las demandas contra el ayuntamiento motivadas por el gran número de caídas causada por pavimento irregular. Aún así, si queréis respetar la legalidad, el ayuntamiento expide de forma gratuita unos permisos que os permitirán lucir el calzado que queráis.

Más tarde, también nos quedamos sin poder acceder al Julia Pfeiffer State Park, una parada de las obligatorias, donde se contempla la famosa cascada McWay, en la que el agua salta de las montañas y cae directamente al mar junto a una cala de lo más sugerente. Esta es, seguramente, una de las imágenes más icónicas del Big Sur. ¡Menuda decepción!

A pesar de la masificación de la ruta fuimos deteniéndonos en apartaderos varios para contemplar la espectacularidad del paisaje. El punto que más nos gustó fue Garrapata Bay, en el Garrapata State Park, donde pudimos pasear hasta una bonita playa enmarcada por paredes de roca. Algunos valientes se atrevieron a mojarse aunque la mayoría se conformaba con tumbarse y disfrutar del sol sobre la piel.

Garrapata Bay, Big Sur, California

¡Qué bien quedan estas fotos de espaldas contemplando la naturaleza!

Garrapata Bay, Big Sur, California

Pero  a veces uno tiene que mojarse para conseguirlas y huir como una damisela en apuros arremangándose la falda

Después de esta parada nos encontramos con uno de los puntos más emblemáticos y fotografiados: el puente de Bixby Creek, una construcción histórica que data del 1932 y que, junto al puente de Rocky Creek, fue una de las obras de ingeniería más importantes para permitir el acceso a esta parte de la costa californiana.

Puente de Bixby, Big Sur, California

Big Sur, California

La verdad es que no se puede negar la espectacularidad de esa parte de la carretera, pero el Big Sur no iba a ser el plato fuerte de nuestro día. Para nosotros era solo un bonito camino que nos conducía hasta la playa de Piedras Blancas. Seguramente muchos se echen las manos a la cabeza y les parezca un sacrilegio pasar tan a la ligera por un lugar como este, pero nuestro objetivo era dar con los elefantes marinos. El día anterior nos los habíamos perdido en el Parque Estatal de Año Nuevo, pero los rangers nos habían dicho que antes de llegar al pueblo de San Simeon, justo al final del Big Sur, encontraríamos una colonia donde podríamos observar a estos gigantescos pinnípedos.