Washington: Parte 3

El Museo del Aire y el Espacio es una auténtica joya y con razón se ha convertido en el más visitado de Estados Unidos. Sus cifras son impresionantes: 8 millones de visitas anuales y ya ha acumulado más de 311 millones desde que abrió sus puertas en 1976.

Hall del Museo del Aire y el Espacio

Su principal reclamo es la gran cantidad de artefactos que atesora, piezas de un gran valor histórico testigos de primera mano de la carrera aeroespacial y de la historia aeronáutica. Una de las piezas más reconocibles e importantes es el módulo de comandamiento de la Apollo XI, la nave que llevó a «Buzz» Aldrin, Neil Armstrong y Michael Collins en el viaje a la Luna de 1969 y que culminó con el primer paseo lunar hecho por el ser humano.

Modulo de comandamiento del Apolo XI

Paseando por sus numerosas salas podréis pasar varias horas entre aviones comerciales, aviones militares, antiguos artilugios voladores de dudosa efectividad, modernos drones y satélites espaciales. Este es el más grande de los museos smithsonianos y la razón salta a la vista, al fin y al cabo, sus salas tienen que ser grandes como hangares para albergar tal cantidad de aviones en su interior. Para destacaros alguna pieza, os contaremos que aquí está el Spirit of St. Louis, el avión que utilizó Charles Lindbergh para cruzar el Atlántico  en 1927,  un vuelo sin escalas entre Nueva York y París que le convirtió  en el primer hombre que cruzaba el océano en solitario a bordo de un aeroplano.

El Spirit de St. Louis de Charles Lindbergh

 

Antes de irnos de aquí, tuvimos la oportunidad de tocar una piedra lunar traída por la Apollo XVII en 1972. Se trata de poco más que una esquirla cortada de una oscura roca del Valle de Taurus. No es muy impresionante por si misma, vamos que es solo una piedra triangular muy lisa por tanto sobeteo, pero sabiendo su procedencia no pudimos estarnos de tocarla. Seguramente en nuestros viajes nunca lleguemos a poner un pie en la Luna, pero al menos podremos decir que pusimos un dedo sobre un pedacito de esta.

Fragmento de roca lunar

La idea de tocar algo proveniente del espacio nos resultaba extrañamente atractiva, especialmente a Guillem que aprovechó el momento en que el guarda abandonaba la sala de los meteoritos del Museo de Historia Natural para contestarse una pregunta, para él, trascendental ¿A qué sabe el espacio? La respuesta queda reservada para ese exclusivo grupo de gente que puede presumir de haber lamido una piedra del espacio.

Meteoritos en el Museo de Historia Natural

¿Qué más ver en Washington?

Cerca de este museo hay varios edificios que os pueden interesar. A poco más de 10 minutos andando desde el Monumento a Washington se encuentra el edificio J. Edgar Hoover, el cuartel general del FBI. Es un bloque de hormigón bastante feo sin ninguna clase de atractivo: nada que ver desde el exterior más allá de la muralla de parterres de cemento que protegen la entrada. Si la cuestión os motiva, también organizan visitas por el interior.

Edificio J.Edgar Hoover, sede del FBI

Justo en frente encontramos los Archivos de los Estados Unidos. La visita a este edificio debería ser uno de los imprescindibles de la ciudad ya que atesora tres de los documentos más importantes de la historia norteamericana: la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos. Para los que no lo sepan, la Carta de Derechos recoge las diez primeras enmiendas a la Constitución, entre ellas la Segunda, esa tan famosa que dice: «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas». Estos documentos no pueden ser fotografiados y están fuertemente custodiados con grandes medidas de seguridad y media docena de guardias armados.

Edificio de los Archivos Nacionales de los Estados Unidos

Aprovechando que la lluvia no hacía acto de presencia, cruzamos el Jardín de esculturas de la Galería Nacional de Arte donde nos sorprendimos paseando entre obras de afamados artistas como Miró y Lichtenstein.

Jardín de esculturas de la Galería Nacional de Arte

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: «Personnage Gothique, Oiseau-Eclair» de Joan Miró, «House I» de Roy Lichtenstein, «Spider» de Louise Bourgeois y «Amor» de Robert Indiana

Para acabar nuestra visita a la ciudad y a pesar de que era ya un poco tarde, decidimos alcanzarnos hasta el edificio del Tribunal Supremo de los Estados Unidos del que solo pudimos ver la fachada…

Tribunal Supremo de los Estados Unidos

 … y al de la Biblioteca del Congreso, una de las mayores bibliotecas del mundo con más de 138 millones de documentos en su haber, incluyendo 30 millones de libros en más de 470 idiomas distintos. Algunas de las piezas más valiosas que custodia son: una de las cuatro copias de la Biblia de Gutenberg, el borrador de la Declaración de Independencia y, curiosamente, varios violines Stradivarius de gran valor.

Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

Con todo esto ponemos punto y final a nuestra visita a Washington y ponemos rumbo a Filadelfia. ¡Hay que ir calentando para subir las escaleras del Museo de Arte al estilo Rocky!