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La segunda jornada en Honolulu empezó muy pronto, antes de la salida del sol. A las 6 de la mañana nos sonó el despertador y con el tiempo justo de sacarnos las legañas nos plantamos en la playa Waikiki para ver la salida del sol y darnos un baño. No fue un amanecer especialmente vistoso porque en agosto el sol se alza por detrás del Diamond Head, pero aún así, no éramos, ni mucho menos, los únicos del lugar: algunos turistas madrugadores -y algún que otro  trasnochador- aguardaban la salida del sol mientras contemplaban a los motivados runners mañaneros y a la decena de surferos que, a unos 50 metros de la costa, esperaban el comienzo del día tumbados sobre sus tablas. Nos sorprendimos al encontrar un par de mochileros durmiendo a pierna suelta acurrucados entre bultos y hamacas de playa ante la indiferencia general.

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Los chicos que podan las palmeras se levantan antes que los que ponen las calles

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Visitando Honolulu y la isla de Oahu

Tras el chapuzón matutino, desayunamos y nos lanzamos a por nuestro segundo día en la isla. Empezamos por Pearl Harbor y pasamos la mañana entre barcos acorazados y cañones recordando y aprendiendo sobre uno de los acontecimientos más dolorosos de la historia reciente de los Estados Unidos. A la hora de comer, volvimos a la ciudad para pasearnos por Chinatown a la búsqueda de sus templos y acabamos el día visitando algunos de los edificios y monumentos más populares del centro de Honolulu.

Pearl Harbor

Cogimos el autobús 20, el mismo que nos había traído del aeropuerto, en Kuhio Avenue y una hora y media después llegamos al centro de visitantes de Pearl Harbor.  Como ya os habíamos dicho, si queréis moveros con transporte público en Oahuh, hay que salir pronto de casa.

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Venir al Monumento Nacional del valor en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial es, sin duda, una visita imprescindible si vais a Honolulu. Aunque no seáis muy aficionados a los museos bélicos, los memoriales y las exposiciones, podéis encontrar aquí mucho material e información para entender un suceso que tuvo grandes repercusiones en la historia del siglo XX. El 7 de diciembre de 1941 la base americana de Pearl Harbor fue atacada por la aviación japonesa sufriendo grandes daños. Los japoneses se habían propuesto destruir las fuerzas navales concentradas en esta isla para amedrentar a los Estados Unidos y evitar que se inmiscuyera en su avance imperialista por el sudeste asiático. El tiro les salió por la culata y aunque en su audaz maniobra causaron grandes pérdidas materiales -tres bombarderos, tres cruceros y 188 aviones- y humanas -más de 2400 personas-, no consiguieron dejar a los americanos fuera de juego. Al contrario, el desastre inflamó el espíritu patriótico de los americanos que decidieron entrar en la contienda y bueno, el final de la historia ya lo conocemos todos y  los japoneses no salieron muy bien parados.

Se puede acceder a este monumento nacional de forma gratuita y disfrutar de una serie de exposiciones muy ilustrativas y accesibles aptas niños e invidentes, ver algunos documentales para hacerse una idea de los sucesos que motivaron el ataque y visitar el USS Arizona MemorialSi os quedáis con ganas de ver más, también podéis visitar el submarino USS Bowfin, «El vengador de Pearl Harbor«, por  12$,  acceder al Battleship Missouri Memorial, por 25$ o al Pacific Aviation Museum Pearl Harbor por otros 25$. Visitar Pearl Harbor puede ser gratis o salirnos por un buen pico y llevaros unas cuatro o cinco horas. Tened en cuenta que no se pueden entrar ningún tipo de mochila al interior.

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El vengador de Pearl Harbor ostenta el honor de ser el único submarino que ha destruido un autobús

Nada más entrar nos encontramos con un par de ancianos, testigos de los hechos de ese fatídico día de diciembre y que, después de tanto tiempo, aún siguen al pie del cañón trabajando para que el recuerdo de estos hechos no se desvanezca. Para eso y para vender sus libros, está claro. Tuvimos la oportunidad de saludar a Herb Weatherwax, un soldado que vivió en primera persona el ataque japonés. Tío Herb tiene ahora 96 años, pero en 1941 era un soldado de solo 24 años que había vuelto a casa, a Honolulu, durante un permiso temporal.

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Con visitar las exposiciones y los jardines encontramos suficientes cosas con las que entretenernos y aunque pensábamos que sería una visita corta, acabamos pasándonos aquí más de tres horas.

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Guillem con un periscopio. Guillem con unos cañones antiaéreos. Guillem con el teléfono de un submarino

Tras ver una interesante película-documental sobre el ataque y sus consecuencias con metraje real de aquel día, tomamos un barco que nos llevó hasta el USS Arizona Memorial. Esta construcción conmemorativa se alza sobre los restos del bombardero Arizona, el barco que más sufrió bajo el ataque japonés y que desde entonces reposa bajo las aguas.

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En este muro se inscribieron los nombres de los fallecidos el 7 de diciembre del 1941, pero también los de aquellos soldados que estuvieron presentes y que, con los años, han muerto

Chinatown

Ya habíamos tenido suficientes historias de guerra y ya era hora de comer así que volvimos a montarnos en el autobús 20 y, tras media hora de paradas continuas y parsimonia al volante, nos detuvimos en Chinatown. No recordamos el nombre de la parada, pero no tiene pérdida: cuando veáis un arco chino a cada lado del puente que cruza el río, sabréis que habéis llegado.

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Este barrio se levantó en el siglo XIX, cuando la mano de obra que había venido de China para trabajar en las explotaciones azucareras, terminaron sus contratos e invirtieron sus ganancias en montar pequeños comercios. El barrio ha cambiado mucho desde entonces y más después de que en 1889 se produjera un brote de peste bubónica y, para controlarlo, se decidiera incendiar el barrio. Alguien dijo que era una medida ligeramente motivada por el racismo, otros dijeron que a grandes males grandes remedios. La cuestión es que nos encontramos en uno de los barrios chinos más antiguo de todos los Estados Unidos y, como suele ser habitual en estos, en sus calles, sobretodo cerca del río, se juntan gran cantidad de sin techo.

Si queréis perderos un poco por este barrio os recomendamos que visitéis el templo japonés de Izumo Taisha.

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O el templo budista más antiguo de la ciudad, el de Kuan Yi. Su tejado de cerámica, sus columnas rojas de madera y sus interiores tallados lo convierten en una parada muy recomendable.

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Centro de Honolulu

Siguiendo el paseo desde Chinatown, bajamos por Pauahi street y torcimos en busca de la King Avenue. Esta calle es una de las arterias de la ciudad y tiene a tiro de piedra los principales edificios y monumentos emblemáticos así como numerosas paradas de autobús en el Capitol District de Honolulu.

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En esta zona encontramos algunos más de los imprescindibles de Honolulu. El primero es la Aloha Tower, un faro que funciona desde mediados de los años 20 y que se convirtió en una de las primeras imágenes que veían los turistas al llegar al puerto. Arquitectónicamente la definen como un claro ejemplo de gótico hawaiano. Un concepto curioso que, de entrada, lo único que nos sugiere es un voluntarioso muchacho pálido vestido con su lustrosa gabardina negra sobre unas bermudas multicolores. Hay que tener valor para hacerse gótico en Hawái. Por las mañanas se puede subir de forma gratuita a la torre.

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Puedes bailar con las chicas del hula, ¡Pero no intentes propasarte con ellas!

Especial ilusión nos hacía el visitar la estatua del más importante rey hawaiano. No es que seamos monárquicos insulares, pero es que se trata ni más ni menos que del Rey Kamehameha I. Como parte de esa generación que ha crecido con Dragon Ball y viendo como Krilin moría todos los días pares, no podíamos irnos de aquí sin dedicarle nuestro mejor Kamehameha al rey que fundó, a base de batallas, el Reino de Hawái en 1810. Afortunadamente para los isleños vecinos el rey no dominaba su propia técnica.

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Foto freak totalmente necesaria

La estatua se alza en un jardín frente el Ali’iolani Hale, la sede del Tribunal Supremo de Hawái y que antiguamente había sido la sede del gobierno del Reino de Hawái.

Delante suyo encontramos el Iolani Palace, construido en 1882 por Kamehameha V -¿con un nombre tan guapo en la familia quién se iba a coger otro?-. Se trata del único edificio utilizado por un rey como residencia oficial en los Estados Unidos. Tras el fin de la monarquía se convirtió en la sede de la República de Hawái y posteriormente albergó las oficinas de los gobernadores del estado.

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Detrás suyo encontramos el edificio legislativo del Estado y cerca de este encontramos el Wasthington Place, la residencia histórica del Gobernador del Estado, un enclave simbólico ya que hoy en día el gobernador vive en un anexo trasero lejos de la vista de los curiosos y turistas. Fue en esta casa donde se retuvo y donde pasó sus últimos días tras el derrocamiento Liliʻuokalani, la última reina hawaiana.

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Por último, y para terminar el día, visitamos la Catedral de Saint Andrew. 

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Así fue nuestro segundo día visitando Honolulu. El día siguiente sería el último día entero que pasaríamos en esta ciudad, así que aprovechamos para ir a la playa y para ver uno de los espectáculos más populares en la isla, las famosas danzas hula.