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Visitar las Akaka Falls

El día amaneció con el cielo totalmente cubierto de nubes grises. Estaba claro que nos llovería, pero, siendo positivos, al menos nos habíamos ahorrado la tormenta tropical Isabelle que había golpeado la Big Island apenas unos días antes. A las 10 de la mañana teníamos que devolver el coche que habíamos alquilado, pero antes queríamos aprovechar para visitar las impresionantes Akaka Falls, unas cataratas que se encuentran a poco más de 20 minutos de Hilo y que miden más de 130 metros de altura. Para que tengáis una referencia: las cataratas del Niágara «solo» miden 51 metros.

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La Onomea Bay Scenic Drive es un tramo de carretera de 3 kilómetros que no os podéis perder y que saliendo de Hilo recorre la costa de Hamakua

Tantas ganas teníamos de aprovechar la mañana que nos plantamos a la puerta del parque de Akaka Falls antes de las 8 de la mañana, que es la hora de abertura. Teníamos una hora y llovía así que cambio de planes: nos vamos a desayunar.

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En un pequeño café de Honomu encontramos este cinnamon roll tamaño familiar y una ensemada, un pan dulce con mantequilla típico de Hawái, que guarda un estrecho parentesco con las ensaimadas mallorquinas

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La entrada al parque cuesta 5$ por coche. La ruta es circular y se puede recorrer tranquilamente en una hora, ya que es menos de un kilómetro.Aunque es un camino corto, nos encantó poder pasear a solas, porque éramos los primeros visitantes del día, en medio de esta auténtica selva húmeda. Un paisaje muy diferente a los bosques a los que estábamos acostumbrados y que sorprende por la gran cantidad de especies de árboles, plantas y flores que se pueden observar.

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El loop alrededor del parque se bifurca justo al incio: si tomamos el camino de la izquierda iremos a las Akaka Falls, pero si vamos a la derecha encontraremos otras cataratas, no tan altas, pero que igualmente valen la pena. Son las Kahuna falls y miden unos nada despreciables 91 metros. Os recomendamos comenzar por estas que son más pequeñas y así cuando os encontréis cara a cara con las Akaka Falls os resultarán mucho más impresionantes.

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Escondidas tras este mar de vegetación están las Kahuna Falls

Y llegamos ante las Akaka Falls y sus 135 metros de altura. El rugido del agua y la gran altura desde la que se precipita la corriente nos impresionó, pero aun nos impresionó más saber de la hazaña de un pequeño pez, el oopu alamoo. Este pececillo endémico de la isla le echa un par a la vida: nace en los arroyos de las montañas y desciende hasta el mar, pero para desovar vuelve a remontar la corriente. Y si, eso incluye remontar las Akaka Falls. Con sus escasos 7 centímetros el oopu es capaz de pegarse a la pared con  una ventosa de succión que tiene en el pecho y, sin prisa pero sin pausa, escala hasta la cima de la catarata.

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Momento selfie frente a las Akaka Falls

Después de esta visita fuimos a devolver el coche a las oficinas del aeropuerto. Aunque intentamos que alguien nos recogiera y nos llevara de vuelta a Hilo, tras un rato esperando vimos que nos tocaría volver a pagar un taxi. El autobús hacia Kona no salía hasta mediodía así que aprovechamos el resto de la mañana para pasear un poco por la ciudad y visitar el mercado.

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Como no podía ser de otra manera, en un mercado hawaiano venden camisetas floreadas

Entre coles y piñas nos encontramos a este simpático amigo, un colorido geco gold dust day. Esta lagartija es una especie invasora que proviene de Madagascar, pero se ha adaptado muy bien a la isla y ahora se pueden ver en cualquier casa o jardín.

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A la una cogimos el autobús hacia Kona, un viaje que nos costó 2$ por cabeza más 1$ por la mochila. En 3 horas recorrimos los 120 kilómetros que separan una costa de la otra. El plan era pasar en esta ciudad los siguientes tres días junto a Anya, nuestra anfitriona en Couchsurfing, y con ella visitamos esta parte de la isla.

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¡En la siguiente entrada nos vemos en Kona!