Seattle
Cuando el pequeño Elías nos dijo que no quería terminarse su helado de chocolate y que, en vez de eso, prefería la ensalada de pepino y zanahoria que le había preparado su madre, tuvimos la confirmación definitiva de que estábamos viviendo con una familia muy especial. Un crío que prefiere comer verdura en vez de helado. ¡Esto si que no lo habíamos visto nunca!

Como a todos los críos a Elías le gusta columpiarse. Y cuanto más alto mejor. ¿Cómo se le explica a una madre que su hijo se ha roto al salir volando por los aires? Nosotros improvisamos algunos discursos solo por si a caso
¿La solución? Un WorkAway
A finales de julio, cuando aún trabajábamos en la packing house de Dendy’s Orchard, nos compramos unos vuelos y unos billetes de autobús que definían la recta final de este primer viaje. Teníamos un billete desde el aeropuerto de Seattle para el 27 de agosto. En ese momento aun no sabíamos qué día acabaríamos de trabajar, así que lo cogimos para una fecha en que, con total seguridad, la temporada de las cerezas habría terminado. No queríamos jugárnosla: si cogíamos el billete demasiado pronto y la faena alargaba tendríamos que irnos antes de tiempo y perderíamos la bonificación de 150$ por hacer la temporada completa.
Pero al final terminamos el día 17 y de repente nos encontramos con que que teníamos 10 días por delante y ningún plan hasta el vuelo. Sabíamos que iríamos a Vancouver para subir la Grouse Mountain, pero luego ¿Qué podíamos hacer? Alex, siempre eficiente, se puso a buscar en WorkAway y encontró una familia de Seattle que buscaba urgentemente a alguien que les echara una mano con sus tres hijos. ¿Una semana cuidando críos? Desde luego sonaba mucho más sencillo que cuidar una manada de búfalos.
En casa de los Magallanes
Eran la familia Magallanes y vivían en el barrio de Northgate, a las afueras de Seattle. Era uno de esos tranquilos barrios residenciales que hemos visto en tantas películas. Donde los padres enseñan a jugar a béisbol a sus hijos y les dicen frases como «Por muchas veces que te caigas, siempre tienes que levantarte pequeño Timmy» y las niñas venden limonada al vecindario. A la vuelta de la esquina tenían la prestigiosa Lakeside School, donde estudiaron Bill Gates y Paul Allen, fundadores de Microsoft.
Eran cinco en casa. Krisanne era de Minnesota y se había casado con Héctor que era de México. Él tenía una empresa de trabajos con cemento y ella trabajaba desde casa en el sector inmobiliario. Tenían tres niños geniales: Noah, Elías y Mateo. El mayor tenía 7 años y era el más tranquilo de todos, era inteligente y un amante de la lectura. Nos dejó boquiabiertos cuando su madre nos contó que le había leído la saga completa de Harry Potter y que él mismo se había leído El Hobbit. No hay que decir, que con esto se ganó toda nuestra simpatía. Elías, de 5, era más el más extrovertido y locuaz, y luego estaba el pequeño Mateo, de 2, siempre con una sonrisa en la cara y listo para decir su frase estrella: «Again!». Después de hacerle cualquier juego o de auparlo te veías envuelto en un bucle infinito que el niño prolongaba con sus inagotables «¡Again! ¡Again!». Incansable.
Con todos ellos estuvimos viviendo del 20 al 27 de agosto.
En nuestra primera experiencia en WorkAway trabajamos duro en un rancho de búfalos, en la segunda trabajamos en un Bed&Breakfast haciendo de jardineros, limpiando la piscina y haciendo camas. Pero ¿Aquí? Aquí nos sentíamos culpables porque no hacíamos nada, salvo entretenernos con los niños. Nos hicieron sentir tan cómodos que era como visitar a unos familiares. Nos divertimos y jugamos mucho y, sin duda, nos acordaremos siempre de esa interminable versión del parchís protagonizado por Power Rangers Ninja y que los niños amaban.

Amigos del yogur helado: el cielo se llama Menchies
Excursiones familiares
Una mañana salimos con Krisanne y los niños hasta la cercana Richmond Beach. Los chicos se pusieron sus botas de agua y empezaron a rastrear entre las piedras de la orilla en busca de algún pobre cangrejo que se hubiera quedado rezagado con a bajada de la marea. La misión no era atraparlo para desmembrarlo, sino que iban a salvarlo de morir de una insolación.
No había mucho lugar donde estirar la toalla y, evidentemente, el agua estaba excesivamente fría para bañarnos, pero fue un agradable paseo. ¡Qué bien notar de nuevo el olor a mar! Y qué bien saber que en menos de una semana estaríamos en algunas de las mejores playas que podríamos imaginar.
La granja de alpacas y el pueblo vikíngo
Otra excursión fue al cercano pueblo de Poulsbo. La madre y Noah tenían allí una cita, así que los acompañamos para quedarnos con los dos benjamines mientras ellos estaban ocupados.
De NorthGate conducimos hasta Edmonds y allí embarcamos con el coche en un ferry dirección a Kingston. Este trayecto de algo más de media hora a través de una entrada del mar servía para ahorrarse una hora y media conduciendo por carretera hacia el sur, en busca del puente más cercano.
Krisanne había preparado una sorpresa para sus hijos -y para nosotros-: visitar una granja de alpacas. En el trayecto entre Kingston y Poulsbo nos desviamos hasta la propiedad de un conocido de la madre donde criaba a estos parientes de las llamas para aprovechar su cotizada lana. Vimos un rebaño de estos animales desgarbados y hay que ver lo ridículos que parecen después de que los esquilen y les dejan esa especie de peluca.
Después de esta parada llegamos a Poulsbo. Este pequeño pueblo es conocido por la gran cantidad de inmigrantes escandinavos, sobretodo noruegos y finlandeses, que acogió desde su fundación. De hecho, no fue hasta la Segunda Guerra Mundial que empezó a introducirse el inglés en el lugar ya que hasta el momento se hablaba en noruego. A pesar de que la lengua se haya perdido, la población sigue explotando con mucho orgullo su herencia vikínga. Solo hace falta ver el escudo de su ciudad:
Como en casa… o casi
Como veis fueron unos días muy tranquilos y agradables, disfrutando del buen tiempo y de la generosidad y hospitalidad de esta increíble familia. Los acompañamos a hacer recados y a la compra. Visitamos Costco y allí comprendimos plenamente el concepto «Grandes Almacenes». Y, sin duda, los supermercados nos confirmaron que aquí en los EUA todo es más grande. No son solo los coches, también la comida tiene que ser grande ¿Te gusta la ensalada de patata? Pues cómprate un bote de 2 kilos. ¿Te gusta un tazón de cereales por la mañana? Pues coge una garrafa de 4 litros de leche y un paquete de 2 kilos de cereales. Ideal para familias, pero excesivo para una sola persona. Al final, uno se sentía pequeño al lado de tantos productos gigantes.
Hubo otras cosas que nos llamaron la atención en estas tiendas como, por ejemplo, la gran cantidad de revistas que se editan sobre armas. Puede que a nosotros son sorprenda esta cultura de armas tan de consumo, pero cuando se lo comenté a Krisanne ella me dijo que «ni siquiera se había fijado«en ello. Imperdible la foto de portada de este número de «Personal&Home Defense«.
Con ellos disfrutamos de nuevas gastronomías. Nos llevaron a un restaurante vietnamita, conocimos la sopa Pho y en un etíope probamos la injera, el pan típico hecho de harina de teff y que sirve de base en la mayoría de sus platos y que, a la vez, hace de cubiertos.
Con estas salidas culinarias habíamos contraído una deuda gastronómica con los Magallanes, así que nos decidimos a hacerles una tortilla de patatas. Algo typical y que gusta a pequeños y grandes. No demasiado complicado. Un valor seguro. Pero para nosotros fue un reto personal porque, de hecho, era la primera vez que hacíamos una. A juzgar por la velocidad en que desapareció ¡Aprobamos con nota!
El siguiente paso
Los días buenos pasan rápidamente y estos 10 días pasaron en un santiamén. Llegó el día 27 de agosto y nos preparamos para volar. Dejamos atrás la tienda de campaña y las esterillas. Ya no íbamos a necesitarlas más. Krisanne y los niños nos acompañaron hasta el aeropuerto y tomamos un avión hacia nuestro próximo destino.
Pero antes de continuar con el viaje haremos una parada a un imprescindible de Seattle: el museo EMP dedicado a la música, la ciencia ficción y la cultura Pop. Un auténtico paraíso para unos freaks como nosotros.
Hola, con workaway no es necesario contar con visa de trabajo verdad?? con la de turista es necesario tengo entendido
Muy buen blog!
Saludos
Hola Gabriel,
Exacto, para WorkAway no necesitas visado de trabajo puesto que no vas a trabajar, vas a colaborar en algún proyecto a cambio de alojamiento y comida.
Saludos,