Penticton. Vida de Workaway

Antes de dirigirnos hacia Penticton nos avisaron repetidas veces: «Prepararos para el calor porque aquello es como estar en el desierto«. Nos mentalizamos para sudar la gota gorda bajo el sol y nos alegramos imaginando que, por fin, podríamos bañarnos en algún lago que no estuviera congelado, pero ¿sabéis qué paso? Sí, exacto. Llovió. Llovió mucho. De la mañana a la noche. E hizo frío. Además, Alexandra tropezó por unas escaleras y se dio un buen rodillazo contra el suelo. ¿Resultado? Rodilla hinchada y dos semanas cojeando. Una mala pasada aunque siendo positivos gracias a esto aprendimos que «cojear» en inglés se llama «limp«. Algo es algo. Pero bueno, afortunadamente teníamos listo un plan B por si sucedía algo semejante: las cuatro temporadas de Juego de Tronos.

Ver aparecer el sol después de más de 24 horas de lluvia ininterrumpida fue un gran placer

Pero empecemos por el principio. Después de 12 días en Merritt volvimos a montarnos en el autobús y saltamos de Nicola Valley a Okanagan Valley. A pesar de que el recorrido entre Merritt y Penticton podría hacerse en menos de dos horas, perdimos casi un día entero porque no hay autobús que enlace directamente estas ciudades y hay que esperar 8 horas en Westbank, un pueblo sin mucha cosa a ver, para hacer el trasbordo. A medida que avanzábamos hacia el sur, el paisaje fue cambiando y progresivamente se volvió más árido y menos frondoso. El verde característico de los tupidos bosque canadienses dio paso a montes cubiertos arbustos, pinos y viñedos. Habíamos elegido Penticton porque queríamos visitar y familiarizarnos con el extremo sur del valle ya que nuestra idea es pasar gran parte del verano por esta zona. ¡Por fin habíamos llegado a Okanagan!

El Valle de Okanagan se extiende siguiendo la cuenca del lago Okanagan

El Valle de Okanagan se extiende siguiendo la cuenca del lago Okanagan

Pasamos casi 15 días disfrutando de la tranquilidad y de las comodidades de una bonita casa a pocos minutos del lago y del centro de la ciudad. Aquí vivían Matt y Jane, un amable matrimonio que ofrecía su casa en WorkAway a cambio de un poco de ayuda en el mantenimiento de su finca y en el coqueto Bed&Breakfast que ella regenta. Él era un arquitecto presuntamente jubilado incapaz de asimilar la idea del retiro que seguía trabajando en media docena de proyectos arquitectónicos. Cuando le sobraba algo de tiempo o para despejarse se dedicaba a reparar o mejorar su casa, pues esta era uno de sus proyectos más personales. La había comprado hacía ya más de 20 años y, poco a poco, la había reformando y adaptado a sus deseos. En realidad, poco quedaba de la casa que en 1920 se había construido un inmigrante holandés tal y como lo  atestiguaba una inscripción descubierta en el marco de una puerta. Matt es un enamorado de la luz natural y no había tardado mucho en substituir la mayoría de las paredes y gran parte del techo por paneles de cristal y grandes ventanales. Ya hubiera querido el holandés tener la piscina de Matt y Jane.

Matt había diseñado y construido su propia casa. La verdad, es que le quedó bastante bien

Matt había diseñado y construido su propia casa. La verdad, es que le quedó bastante bien

Tras un viaje a la India de tres meses, el matrimonio había decidido iniciarse en el mundo de los WorkAway para compartir su tiempo y su hogar con viajeros de todo el mundo y, también, para descargarse de esas molestas tareas diarias que les impedían dedicarse íntegramente a su auténtica vocación: disfrutar de su vida acomodada. Estas dos semanas fueron muy relajadas y la verdad es que lo agradecimos mucho después del intenso trabajo en el rancho. Por las mañanas nos encargábamos de hacer algunas tareas como cortar el césped, limpiar la piscina o arrancar las malas hierbas del huerto, pero el resto del día lo teníamos para nosotros.

Recoger las hojas que habían caído dentro de la piscina o regar las plantas fueron algunas de las tareas que nos tocaron hacer. No nos estresamos demasiado la verdad

Recoger las hojas que habían caído dentro de la piscina o regar las plantas fueron algunas de las tareas que nos tocaron hacer. No nos estresamos demasiado la verdad

En casa no estábamos solos con el matrimonio. Durante la primera semana convivimos con Charlie, un chico inglés que también estaba de WorkAway y que como había llegado antes le habían asignado la tarea más urgente y más dura: excavar una zanja de unos 2o metros para renovar unas tuberías. Aún así, el chico parecía encantado de la vida con la faena. En la finca también vivían media docena de gallinas, Kharimha el caballo de Jane y Lucy, el gato más triste y deprimido de la faz de la tierra.

Lucy se pasaba el día durmiendo y cuando se despertaba empezaba a maullar de forma desgarradora llamando al que durante muchos años había sido su mejor amigo, el perro de la familia que había muerto pocos meses antes. Una historia muy triste

Lucy se pasaba el día durmiendo y cuando se despertaba empezaba a maullar de forma desgarradora llamando al que durante muchos años había sido su mejor amigo, el perro de la familia que había muerto pocos meses antes. Una historia muy triste

Para que disfrutáramos de nuestra estancia y de los alrededores nos prestaron un par de bicicletas y hicimos alguna excursión. De Penticton parte una ruta llamada Kettle Valley Trail que se extiende por más de 200 kilómetros por un camino de tierra que antiguamente ocupaban las vías del tren. Ya no queda ni rastro de los rieles ni de las traviesas, pero el recorrido entre viñedos y cerezos se ha convertido en uno de los atractivos turísticos del lugar. Entonces llegó la lluvia y luego la caída de Alex y se acabaron las excursiones en bici.

Empezó Juego de Tronos y más de una tarde hicimos maratón de episodios. En menos de dos semanas nos ventilamos las dos primeras temporadas. Pobres Stark… y lo que les queda.

Aunque aún nos queda, cada vez que pienso en que pasaremos el invierno en Canadá oigo a Ned Stark en mi cabeza diciendo: "Se acerca el invierno"

Aunque aún nos queda, cada vez que pienso en que pasaremos el invierno en Canadá oigo a Ned Stark en mi cabeza diciendo: «Se acerca el invierno»

La ciudad de Penticton se extiende entre la orilla sur del lago Okanagan y la orilla norte del lago Skaha. Es una ciudad tranquila y bonita que en los últimos 20 años ha crecido notablemente gracias a la explotación del turismo vitivinícola y de los atractivos del lago. La explotación del vino ha atraído a grandes inversores y el negocio ha funcionado muy bien y no son pocas las mansiones de lujo que se pueden ver por la zona. De hecho, los vecinos de la casa contigua a la nuestra tenían su propio helicóptero privado.

Los viñedos y el lago son los principales ejes de la vida en Penticton

Los viñedos y el lago son los principales ejes de la vida en Penticton

El sábado por la mañana fuimos a dar una vuelta por el mercado de productos locales de Penticton. Había paradas que vendían fruta y verdura, pero también las había que vendían repostería, flores o productos artesanales. En general, la gente del lugar está muy concienciada y aprecia muchos los productos orgánicos, el cultivo ecológico, la gastronomía del mundo y la música étnica. Un paseo de lo más agradable aunque, como suele pasar, el precio de todas estas frutas ecológicas tan apetitosas era realmente prohibitivo. Como mucho un cereza para el día de tu cumpleaños. Varios grupos de música amenizaban la mañana y no pudimos evitar sonreír cuando nos encontramos a una asociación del pueblo dedicada a la música y al baile africano. Todos ellos canadienses y bien blancos, pero ataviados con sus ropajes de inspiración africana danzando al ritmo de los djembés no dejaban de formar una imagen peculiar.

Poca broma con los bailes que se marcaban unas sexagenarias vestidas de leopardo

Poca broma con los bailes que se marcaban unas sexagenarias vestidas de leopardo

Aprovechando los días soleados que tuvimos salimos a explorar los lugares más cercanos a la casa de Matt y Jane. Visitamos el monte Munson, una colina cercana a la ciudad y que regala unas buenas vistas de este extremo del lago.

Vistas desde el monte Munson. A la izquierda de la fotografía puede verse el lago Skaha

Vistas desde el monte Munson. A la izquierda de la fotografía puede verse el lago Skaha

Otra tarde nos alcanzamos hasta una de las playa del lago de Okanagan. Aunque algún valiente canadiense se atrevió a bañarse, nosotros estamos acostumbrados a aguas más cálidas y, en aquel momento, no estábamos aún preparados para encogernos de frío. Quizás más adelante.

Playa de Marina Way, no es de las más bonitas del lugar, pero si la más cercana a casa

Playa de Marina Way, no es de las más bonitas del lugar, pero si la más cercana a casa

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Como veis nuestros días en Penticton no fueron muy intensos: paseos en bici, visitas al mercado y Starks muertos. Realmente era lo que nos pedía el cuerpo, aquí cumplimos un mes de viaje y sin habernos acostumbrado aún a esto de dormir sin persianas agradecimos mucho encontrar un lugar con unas cortinas lo suficientemente gruesas. Penticton será recordado como ese tranquilo pueblecito junto al lago que nos permitió descansar y recuperar fuerzas al principio de nuestro viaje.

También lo recordaremos como ese pueblo lleno de ciervos por doquier, pero eso os lo explicaremos en la próxima entrada.