Qué ver en Seattle (2)
Antes de llegar había cuatro ideas que asociábamos estrechamente con Seattle: la lluvia, Kurt Cobain, Anatomía de Grey y la Space Needle. De la lluvia, afortunadamente, ni rastro; en abril se cumplieron 20 años des de que Cobain se suicidó, y Anatomía de Grey, salvo contados exteriores, se graba en unos estudios de Los Ángeles. Así pues, lo único que sabíamos que teníamos que visitar si o si era la torre. “Aguja espacial” la llaman en español aunque en esta entrada la llamaremos por su nombre en inglés. No lo hacemos porque suene más cool como hacen los modernos acomplejados con su idioma si no porque eso de “Aguja espacial” nos evoca alguna clase de droga intravenosa de dimensiones cósmicas.
La Space Needle, de 184,5 metros de altura, fue erguida en 1962 con motivo de la Exposición Universal y se inspiró en un concepto que por aquel entonces era de lo más futurista y que prometía ser lo más: el siglo XXI. Esta construcción es, sin lugar a duda, el edificio más icónico y representativo del skyline de Seattle. Desde su mirador se puede disfrutar de unas inmejorables vistas de la ciudad, pero es recomendable comprar la entrada con antelación a través de su página web ya que os permitirá ahorraros las largas colas y algunos dólares. Una opción más barata y altamente recomendable para los que no quieran quedarse sin ver la ciudad desde las alturas es el observatorio del Columbia Center.

Space Needle. Los ascensores que suben por la estructura viajan a una velocidad de 4,5 m/s y tardan 41 segundos hasta llegar a la cima del mirador
La Space Needle está ubicada en el Seattle Center, uno de los puntos culturales y turísticos más activos de la ciudad donde se concentran un gran número de atracciones como los Jardines de Cristal de Chihuly, el Museo EMP (Music+Sci-fi+Pop Culture) o la International Fountain, donde la gente de Seattle se refresca en verano (o a la mínima que pueden que esta gente es capaz de ponerse el bañador mientras nosotros aún vamos con el chaquetón). La forma más rápida y práctica de ir hasta el Seattle Center es cogiendo el monorail en la estación central de Westlake. De todas formas, si queréis ir a pie saliendo des del downtown es un paseo relativamente corto que no os llevará más de 20 minutos y que no tiene pérdida.

Museo EMP obra del arquitecto Frank O. Gehry, el mismo que diseño el Museo Guggenheim de Bilbao. International Fountain con una niña desafiando a una potencial pulmonía
Antes de alejarnos del centro y no muy lejos del Pike’s Place Market, encontramos la Pioneer Square, corazón del asentamiento más antiguo de la ciudad. Simbólicamente, aquí encontremos un busto del Gran Jefe Seattle, líder de las tribus Suquamish y Duwamish, los habitantes originarios de las tierras donde se asienta la ciudad actual. Fue él quien llevó a cabo las negociaciones con los pioneros occidentales que decidieron instalarse aquí. Es por esto que hoy en día algunos de los descendientes de los nativos lo consideran un cobarde que claudicó ante las presiones del hombre blanco, pero pese a esta polémica, por muchos más es recordado por un discurso que, de forma muy dudosa, se le atribuye y que ha sido utilizado muy a menudo como alegato ecologista. Es el conocido «Mensaje del Jefe Seattle«.
La Pioneer Square, cómo no, también estaba llena de sin techo y fue aquí donde descubrimos que tienen un grupo de Facebook. Os recomendamos que le echéis un vistazo porque hay algunas fotografías y retratos muy interesantes.
A lo largo de todo el perímetro de la ciudad encontramos una gran cantidad de parques. Hay que precisar que el concepto de parque de la gente de Seattle sorprende bastante porque se asemeja mucho a lo que nosotros consideramos, sencillamente, un gran bosque. Lincoln park o Discovery park son dos opciones muy buenas si queréis escapar un poco del paisaje urbano y os apetece disfrutar del verde esmeralda que ha hecho famoso la ciudad. Estos espacios verdes son el lugar perfecto para practicar deporte o hacer un picnic en un ambiente natural a pocos minutos de la ciudad.
Llegados a este punto de la entrada hay que hacer una pausa ineludible. Esta ciudad ha visto aparecer a grandes compañías como Starbucks y Boeing y tiene hijos tan ilustres com Bill Gates (Microsoft tiene su cuartel general en el cercano pueblo de Bellevue y la fundación Bill y Melinda Gates tiene su sede cerca del Seattle Center). Pese a todo esto, a principio de los 90 Seattle brilló con luz propia destacando en el panorama musical al convertirse en la cuna de la música grunge. Tanto se identifica este estilo con la ciudad , que también se lo conoce como «sonido de Seattle». Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains y Soundgarden son las bandas más famosas que por aquellos años se formaron aquí y que pusieron de moda los tejanos rotos, las camisas a cuadros de franela y las melenas descuidadas.
Otro gran músico nacido en esta ciudad, pero que no se vincula tan estrechamente con ella, fue el guitarrista Jimi Hendrix. Miembro del Club de los 27, despuntó lejos de casa, fue uno de los cabeza de carteles del Festival de Woodstock y acabó ahogándose en su propio vómito tras una sobredosis de alcohol y somníferos.
Siguiendo con iconos pop de vida corta, antes de irnos de Seattle había una última parada que queríamos hacer así que aprovechamos nuestra última mañana antes de coger el autobús hacia Vancouver para visitar la tumba de Bruce Lee y de su hijo Brandon. La verdad es que no somos especialmente fetichistas con este tipo de necrofilia, pero reconozco que he disfrutado mucho con títulos como Furia Oriental o Operación Dragón. Padre e hijo reposan en el cementerio de Lake View, un lugar precioso en lo alto de una colina verde con vistas al lago Erie. Un lugar inmejorable para pasar la eternidad. El carismático maestro de las artes marciales murió de forma prematura y un tanto misteriosa y aún más sorprendente fue la muerte de su hijo quién recibió un disparo durante la grabación de la película El Cuervo proveniente de una pistola que debía estar cargada con balas de fogueo. El epitafio de la lápida de Brandon Lee es un canto a aprovechar la vida pues nunca sabemos que nos deparará el futuro.
“Porque no sabemos cuándo moriremos, tendimos a pensar en la vida como un bien inacabable. Pero todo sucede un número limitado de veces y, de hecho, se trata de un número bastante reducido. ¿Cuántas veces más recordarás ese día de tu infancia, ese día que forma parte de tu ser de una forma tan profunda que ni siquiera puedes concebir tu vida sin él? Quizás cuatro o cinco veces más. Quizás ni siquiera eso. ¿Cuantas veces más verás la luna llena asomándose? Quizás veinte. Y aún así todo parece no tener límite”
Antes de cerrar nuestro capítulo dedicado a Seattle queremos darle las gracias a Andrea por habernos enseñado esta ciudad que ella tanto aprecia.
Gaudeix molt dels dies que li queden a la teva aventura. Un petó molt gran!
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