Qué ver en Vancouver
Durante siglos los inuit y otros pueblos del extremo norte del continente americano utilizaron los Inuksuit para guiarse en sus viajes. Desde Alaska a Groenlandia estos pueblos construyeron hitos de piedra reconocibles a varios kilómetros de distancia y que destacaban en el agreste paisaje de estas latitudes. Los utilizaban como referencias para señalizar rutas o lugares donde la pesca o la caza eran especialmente abundantes. Encontrar uno de estos hitos de piedra era un buen augurio pues aseguraban al viajero que se encontraba en el buen camino.
Esta construcción se dio a conocer a nivel mundial durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010 ya que se eligió un Inukshuk (el singular de Inuksuit) como símbolo del evento. En el imaginario canadiense moderno, estos hitos se han convertido en un símbolo de concordia, cooperación y amistad entre pueblos. Bajo este espíritu y con estas connotaciones se erigió el Inukshuk de English Bay en Vancouver.
Así pues, habíamos llegado a Vancouver (o Raincouver como la llaman por aquí) y habiendo localizado el Inukshuk se nos confirmaba lo que ya presentíamos: ¡Vamos por el buen camino! Ataviados como íbamos para soportar el frío, nos descubrimos con incredulidad en mitad de una playa donde la gente tomaba el sol y jugaba al aire libre e incluso algunos se daban un baño. Un día espléndido para disfrutar de la céntrica playa de English Bay, aunque nosotros de lo de mojarse ni hablar que el agua estaba helada.
La playa de English Bay es un buen lugar para empezar el recorrido por algunos de los lugares más conocidos de esta ciudad. Sin alejaros mucho de la orilla podréis ver uno de las instalaciones más simpáticas y representativas de la ciudad, los A-maze-ing Laughter en Morton Park, un conjunto de esculturas de bronce obra del artista chino Yue Minjun. Las catorce estatuas representan al propio artista partiéndose la caja (seguramente se ríen del pastizal que se pagó por ellas). Sea como sea, el mensaje está claro: hay que ser felices y hacer de la risa un valor a potenciar.

A-maze-ing Laughter. De entrada la idea de catorce chinos de bronce de más de dos metros resulta un poco inquietante, pero cuando llevas un rato mirándolos la verdad es que empiezan a tener gracia
Desde la playa de English Bay también se puede empezar el recorrido por el Seawall, el paseo que recorre el perímetro del magnífico Stanley Park y que en la actualidad se extiende por más de una veintena de kilómetros hasta la concurrida playa de Kitsilano. La verdad es que es un paseo largo, muy transitado por ciclistas y corredores pero con unas vistas magníficas. Si no tenéis ganas de sudar os recomendamos que os quedéis con los 9 kilómetros que bordean el parque. Id con tiempo y disfrutad del paisaje: este paseo es una parada obligatoria si visitáis la ciudad aunque solo sea por unos días.

El Seawall a su paso por el puente de Lions Gate. Aquí tuvimos la suerte de poder ver una foca asomando la cabeza. Unos amigos vancuveritas nos comentaron que no es raro verlas cerca del pilar del puente.
Entrar en Stanley Park es perder el mundo de vista. De repente, pasas de estar en una de las ciudades más grandes de Canadá a encontrarte en medio de en un impresionante bosque con decenas de caminos y senderos, con rutas que os pueden llevar a lugares tan sugerentes como el Lago de los Castores (¡Venga Chaikovski, hazme un ballet de esto que quiero ver tutús con colas de castor!). Este tranquilo lugar suele estar frecuentado por mapaches, castores, nutrias, mofetas y runners aunque nosotros no vimos a nadie. Quizás mejor, porque así pudimos disfrutar en silencio y con tranquilidad de la caída del sol y de un juego de luces mágico.

El Lago de los Castores. Por si alguien se pregunta dónde está el lago, resulta que está bajo todas esas hierbas
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